lunes, 30 de mayo de 2011

Los perros indolentes de la Acrópolis

Hay muchas formas de desactivar a los proclives. En Atenas, en la cuesta que lleva a la Acrópolis, hay varios perros echados, ni enfermos ni agonizantes, simplemente echados. El fenómeno no es exclusivamente ateniense. En el Salar de Loja, durante años, un hombre sano ha estado echado: no se ha perdido una fiesta, lo llevan en carro y ha asistido a todos los festejos reclinado. La abuela de Sartre, lo cuenta el filósofo en “Las palabras”, un buen día no encontró ningún aliciente en las reuniones familiares y decidió acostarse para siempre. El feminismo burocrático de Adolfo Domínguez, zapatitos de Prada, peliches azulados y observatorios donde colocar a familiares y amigos, aunque fuesen poco observadores, en las últimas décadas, también ha contribuido a que muchas mujeres se echen, se desactiven, dejen de luchar por un salario igualitario o por el derecho a tener hijos y no ser postergadas en el trabajo, como si las “paladinas” de la igualdad se lo fueran a conseguir todo.  La corrupción ha extendido sobre los políticos la sospecha de la deshonestidad, y hasta los más honestos, se han echado. Los perros de la Acrópolis, desde que los filósofos atenienses decidieron que no tenían tiempo para preocuparse en sus reflexiones nada más que del hombre, dejaron de ser zalameros. Las razones de los campesinos del Salar o los de la abuela de Sartre, sólo lo saben ellos y sus familias. Muchas mujeres se han echado en brazos de las pinturas, de los vestidos y de los complementos, porque les gusta y porque se las ha seguido tratando como a personas de segunda a las que hay que halagar y engatusar –“las mujeres son más inteligentes que los hombres”-  para luego sacrificarlas las primeras si hay que cerrar un ministerio o promocionar a un macho para la presidencia.  La mayor parte no se han echado o si lo han hecho, ha sido encima de los libros o de sus apuntes para terminar sus carreras y o mejorar sus currículos, ajenas a si van a ser miembras o miembros de la judicatura, por ejemplo, interesadas sólo en ser jueces. Muchos políticos honestos, dejaron de serlo, y se echaron en brazos de la corrupción, porque, ¿para qué esforzarse si al fin y al cabo todo el mundo piensa que me la estoy llevando? Esto en la escuela se nota mucho, los niño trabajadores e inteligentes, dejan de esforzarse porque los perezosos e ineptos salen para adelante sin ningún trabajo, y se echan. 

2 comentarios:

  1. Me has puesto el cuerpo de Góngora,dilecto amigo "Monaguillo9", y me he acordado de aquello del cordobés: "Infame turba de nocturnas aves / gimiendo triste y volando graves"

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