miércoles, 18 de mayo de 2011

Habas de Salamina

NUESTRO Pánfilo, viajero ahora por Grecia, siempre envidió la capacidad de Federico García Lorca para elevarse desde el humus de la Vega a las cimas del cosmopolitismo neoyorquino. Por eso le pareció que la receta que su compañera de hamaca le iba dictando, mientras el barco dejaba a babor las costas de Salamina, se empaparía de significados universales si la bautizaba con un nombre músico, peregrino y significativo como el de "Habillas de Salamina". El elemento telúrico lo suministró la misma informante con un refrán que concierne a la especie y a su supervivencia sobre la Tierra: "En el tiempo de la haba verde, no hay hombre endeble". En el grupo de compañeros del viaje organizado que esa mañana los llevaría a la isla de Egina, cerca del Pireo, había varios filólogos que se tiraron sobre la palabra "endeble" con el mismo apetito con el que se hubieran abalanzado sobre un plato de habas con jamón. "Endeble", dijeron, "pertenecía más al corpus oral de las mujeres que el de los hombres". Palabra de madres y sanadoras, de cuidadoras de ancianos y enfermos. Señalaron cómo se trataba el "desánimo sexual" del varón como un mal pasajero no más grave que un constipado infantil, si se le aplicaba el remedio adecuado. La chica que regalaba la receta al grupo en el que estaba Pánfilo, aclaró que hasta pasado un mes de ingesta diaria de habas, no cedía del todo la "endeblez" del apocado. 
En este tipo de viajes, aunque se hagan bajo la advocación del poeta griego Cavafis, y teniendo siempre como faro y guía su poema Ítaca, no faltan investigadores, profesores y médicos que, cuando los dejan, emiten sus fundamentadas opiniones sobre temas de su especialidad. Una bromatóloga prestigiosa apuntó que ciertos individuos, por causas genéticas, ante una administración masiva de habas, hecha, esto sí, con la mejor intención, reaccionaban imprevisiblemente, con síntomas muy alarmantes. La enfermedad que los producía se llamaba "favismo". El guía, un humanista griego de castellano perfecto, apostilló que los pitagóricos tenían prohibidas las habas. Pánfilo se dio cuenta pronto de que la receta de las "Habillas de Salamina" tenía ya ingredientes de sobra, y no todos comestibles, como para no ser considerada localista e identitaria. El debate había sido tan intenso que la receta hubo de quedarse para otro día porque ya estaban frente a Egina. Pero los varones buscaron, a la hora del almuerzo, un restaurante que ofreciese algún plato de habas. No lo encontraron y hubieron de contentarse con unas judías verdes estofadas, no tan eficaces, pero sin contraindicaciones.

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