EN los periodos electorales los candidatos, súbitamente, reciben un carisma que les permite ver en el interior de las personas y no de una, sino de muchas. Los votantes en esas ocasiones nos convertimos en almas transparentes. Es un don profético. En la Biblia se dan casos como el de Eliseo que se enteraba, sin moverse de su casa, de todo lo que se hablaba en la cámara del rey de Siria y se lo decía al rey de Israel. Los candidatos, como el profeta, se enteran de lo que albergamos en nuestras cámaras e incluso en nuestras recámaras; dicen conocer “lo que interesa realmente a los ciudadanos”. Y lo enumeran. La lista es plausible, pero incompleta. El paro, la contaminación atómica en Japón, la subida de la gasolina, las revoluciones del norte de África, los impuestos… No sé por qué se callan que los ciudadanos en su mayoría no esperan que ningún candidato arregle ninguno de esos problemas y que les importa un bledo, si es que no les irrita, la cháchara política. La generen ellos o venga de los medios de comunicación, en los que se escenifican simulacros de control del poder político por los osados comentaristas de las tertulias. Los candidatos y sus parásitos,sí terminan convirtiéndose en trasparentes para los ciudadanos. Al hablar tanto, sus almas se tornan cristalinas. Y en su interior no es raro encontrar un profundo sentimiento de desprecio y de ignorancia por “lo que les interesa realmente a los ciudadanos”.
martes, 10 de mayo de 2011
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