La Toma
LO que menos aguanto de mi amigo Pánfilo es que se pase todo el día publicando en la red los horrores de lo que él llama 'la derechona'. Él cree que a esa Gorgona depredadora se la va a quitar de encima acumulando denuncias de sus errores y que, gracias a sus acusaciones, va a caer la venda de los ojos de los que la votan. Luego, Pánfilo, tiene una cosa muy fea, y es que de los comentarios de política que se escriben en la red sólo le pone "me gusta" a los que atacan al PP. Será de los pocos que creen que, de haber triunfado la otra pata del podrido banco del bipartidismo, el PSOE, los arroyos manarían leche y miel, la igualdad se instauraría automáticamente y la explotación entraría, de pronto, en standby. Mi Pánfilo, mi jubilado disruptivo y faccioso, en el nuevo escenario político, se ve obligado a disparar también en otras direcciones. La semana pasada se obsesionó con la CUP catalana y les lanzó esta andanada: "Esquema bíblico: La Independencia se convierte así en la Tierra Prometida, que nos ha sido dada por una entidad superior al principio de los tiempos y de la que fuimos expulsados por nuestro pecados y por la avaricia insana de nuestros vecinos. Cuando la reconquistemos, con la ayuda de nuestros aliados, naturales o antinaturales, los arroyos manarán leche y miel, la igualdad se instaurará por sí sola, cesará la explotación y el Barça seguirá ganando todos los torneos. El día de los inocentes se trasladará del 28 al 27 de diciembre para celebrar el prodigio de la votación del empate. Y eso sin pagar a las farmacias y sin haber vencido a los responsables del robo y la extorsión que, ahora, serán nuestros socios y nos llevarán a las puertas de la Tierra Prometida, donde se retirarán prudentemente y nos dejarán disfrutar de ella a nosotros, los trabajadores, sus dueños". Cuando soltó esta presa, mordió, ayer mismo, a Vamos Granada, molesto con las explicaciones que este partido dio en un pleno municipal sobre su abstención en el asunto de la Toma. Vamos Granada había argumentado "que era una decisión del conjunto de la gente. En este caso no se trata de mayorías y bandos. Se trata de una cuestión cultural, de 'soluciones inclusivas' fundamentadas en la cultura, que contribuye a mejorar la convivencia". Pánfilo escribió en su muro: "Yo, inclusive, me pregunto, ¿por qué los "listos" resultan tan limitados cuando intentan explicar, inclusivamente, lo que nunca debieron de incluir en su discurso político?". Me dice por WhatsApp que cuando tuvo escrito este comentario en su muro de Facebook, le dio al botón "Publicar" y se puso a liar unas croquetas.ALGUIEN, el azar o la necesidad, apretó el botón rojo del Big Bang y se desplegó el Universo en el mapa del tiempo y del espacio: el origen del mundo, de los mundos. Delante del cuadro El origen del mundo de Courbet, en el museo de Orsay de Paris, un chico de 11 años, al que han llevado sus abuelos a visitar la exposición, se queda paralizado ante el pobladísimo pubis de la chica del cuadro. Mira para atrás para ver donde se encuentran sus abuelos, se tapa los ojos con las manos, para de inmediato ir apartando un dedo, luego dos, por fin toda la mano; en un momento, de la mano del arte, ha aprendido de la anatomía femenina más que en todas las pelis porno o eróticas que de soslayo ha entrevisto, aprovechando que sus padres, fuera del horario infantil, avivaban el rescoldo de la pasión mustia con uno de esos films. Por fin la abuela llega a la altura del nieto paralizado y le pregunta qué le causa tanto asombro, el chico sólo musita: "Abuela, ¡cuánto pelo!". Más adelante, descubrirá, si es cuidadoso y ha tenido buenos mentores, adentrándose en el bosque, el botón eréctil que desencadena, cuando es pulsado con oficio y mimo, el big bang del gozo en muchas mujeres. Quizá los botones que pulse, ya casado -y este fin de semana he visto algunos casos en IKEA-, serán los botones de su móvil o de su tableta, mientras descuidadamente tira del carrito del bebé y hace como que atiende a su mujer. Es posible que los botones de sus gadgets electrónicos lo estén poniendo en comunicación con botones lejanos, los de sus amantes a los que está mandando mensajes encendidos, mientras que su mujer, mide una mesita de noche que vale solo 4.50 euros para ver si le cabe entre la cama y la librería del despacho, donde a veces suele dormir este hombre que ahora la traiciona, cuando a ella le duele la cabeza o cuando el hastío empaña los fulgores del deseo. Botón, botones. Delibes en La hoja roja, narra cómo Eloy, el anciano protagonista, le propone a Desi, la joven pueblerina que le ayuda en las tareas domésticas, que se case con él. Un matrimonio de conveniencia. El jubilado le dice a Desi: "Tendrás estorbo por poco tiempo, hija. A mí me ha salido ya la hoja roja en el librillo de papel de fumar". Como no fumo, no sé si los librillos de fumar siguen trayendo esa última hoja roja de papel de aviso. Ahora -cambia la tecnología pero no la condición humana- uno recibe, con la tarjeta 'Sesentaicinco' de la Junta de Andalucía, la invitación a hacerse con un botón rojo para llamar a los servicios sociales, si te caes por las escaleras. La hoja roja, el botón rojo... Advertencias de que se está uno fumando, dándole las últimas 'galpás', a las huidizas horas. El peor momento para echarse una novia formal. O contraer nupcias.