ALGUIEN, el azar o la necesidad, apretó el botón rojo del Big Bang y se desplegó el Universo en el mapa del tiempo y del espacio: el origen del mundo, de los mundos. Delante del cuadro El origen del mundo de Courbet, en el museo de Orsay de Paris, un chico de 11 años, al que han llevado sus abuelos a visitar la exposición, se queda paralizado ante el pobladísimo pubis de la chica del cuadro. Mira para atrás para ver donde se encuentran sus abuelos, se tapa los ojos con las manos, para de inmediato ir apartando un dedo, luego dos, por fin toda la mano; en un momento, de la mano del arte, ha aprendido de la anatomía femenina más que en todas las pelis porno o eróticas que de soslayo ha entrevisto, aprovechando que sus padres, fuera del horario infantil, avivaban el rescoldo de la pasión mustia con uno de esos films. Por fin la abuela llega a la altura del nieto paralizado y le pregunta qué le causa tanto asombro, el chico sólo musita: "Abuela, ¡cuánto pelo!". Más adelante, descubrirá, si es cuidadoso y ha tenido buenos mentores, adentrándose en el bosque, el botón eréctil que desencadena, cuando es pulsado con oficio y mimo, el big bang del gozo en muchas mujeres. Quizá los botones que pulse, ya casado -y este fin de semana he visto algunos casos en IKEA-, serán los botones de su móvil o de su tableta, mientras descuidadamente tira del carrito del bebé y hace como que atiende a su mujer. Es posible que los botones de sus gadgets electrónicos lo estén poniendo en comunicación con botones lejanos, los de sus amantes a los que está mandando mensajes encendidos, mientras que su mujer, mide una mesita de noche que vale solo 4.50 euros para ver si le cabe entre la cama y la librería del despacho, donde a veces suele dormir este hombre que ahora la traiciona, cuando a ella le duele la cabeza o cuando el hastío empaña los fulgores del deseo. Botón, botones. Delibes en La hoja roja, narra cómo Eloy, el anciano protagonista, le propone a Desi, la joven pueblerina que le ayuda en las tareas domésticas, que se case con él. Un matrimonio de conveniencia. El jubilado le dice a Desi: "Tendrás estorbo por poco tiempo, hija. A mí me ha salido ya la hoja roja en el librillo de papel de fumar". Como no fumo, no sé si los librillos de fumar siguen trayendo esa última hoja roja de papel de aviso. Ahora -cambia la tecnología pero no la condición humana- uno recibe, con la tarjeta 'Sesentaicinco' de la Junta de Andalucía, la invitación a hacerse con un botón rojo para llamar a los servicios sociales, si te caes por las escaleras. La hoja roja, el botón rojo... Advertencias de que se está uno fumando, dándole las últimas 'galpás', a las huidizas horas. El peor momento para echarse una novia formal. O contraer nupcias.
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Realmente bueno.
ResponderEliminarSaludos
No contraigas nupcias, pero sigue describiendo de esta forma la condición humana y sus pequeñas perversiones, así quizá podamos seguir conmoviéndonos ante nuestra pequeñez mejorable, muy mejorable.
ResponderEliminarGracias y saludos.
Gracias, amigos. El big bang de la generosidad, vuestra perseverancia en la lectura de mis cosillas. un abrazo.
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