Las masas, en algunos países árabes, les están ocupando las plazas a los tiranos. Y estamos todos un poco asustados. Más que por lo que les pueda pasar a las masas, por lo que nos pueda pasar a nosotros, si nuestros capataces en la zona desaparecen antes de que los hayamos sustituido por personas de nuestra confianza. No somos muy exigentes a la hora de elegir a los manijeros (si no, no hubiésemos dejado a Gadafi plantar su jaima en nuestro jardín), ahora sólo les vamos a pedir que se declaren demócratas. Para estos países no tenemos nada más que remedios inviables: nuestra democracia de los ricos o el fundamentalismo islamista de los pobres. Desde la Revolución Francesa, a la gente le ha dado por invadir las aceras y las calzadas con un proyecto, más o menos elaborado, en la cabeza: acabar con la diferencia abismal que hay entre ricos y pobres. Y hubo que adaptar las calles, las doctrinas, la policía, el ejército, las encíclicas y los discursos a la nueva situación. En París los arquitectos hicieron las calles muy anchas para que las masas, afluidas desdeles banlieus, no pudieran aprovechar cualquier excusa para arrancar los adoquines y hacer barricadas. A Ganivet, en 1896, le molestaba que los pobres se fueran a vivir al extrarradio. En su obra Granada la Bella, propugna que ricos y pobres sean vecinos en la ciudad. Que las casas de pobres y ricos, si no adosadas, sean contiguas. Nada de ensanches, que lo único que consiguen es “poner frente a frente dos centros de combate”. La Iglesia Católica volvió sus ojos compasivos hacia los desprotegidos y les sirvió en las homilías la sopa boba de las encíclicas sociales. La burguesía asustada, usó de cierta manga ancha y dejó que los nazismos y los fascismos incorporaran a su currículo propuestas de mejora de las masas, tomados del pensamiento socialista. Y les dieron carta blanca para repartir leña y tener a las masas ocupadas. La cosa no fue bien y todo terminó en una guerra mundial. Y tras la reconstrucción de Europa, con los comunistas y sus soluciones agazapados tras el muro, las masas pudieron comer, trabajar muchas horas, poner a sus niños a estudiar y disfrutar de un mes de vacaciones. Y con esto, -que no es poco comer tres veces al día, lavarse , poder llevar a los hijos a la escuela y descansar unos días- las masas han permanecido los pasados años “estabilizadas”. Pero no así en el mundo árabe. Donde vuelven a emerger poderosas, golpeadas, bombardeadas, pero derribando tiranos. Y, para su sed, de siglos, de libertad y de justicia, no tenemos nada más que la esponja del centurión impregnada de mitos y de promesas.
¿Alguien puede resumir más de doscientos años de Historia en unas pocas líneas? Está claro: tú. Y a la par reconviertes esos años en lunares e islámicos. Una proeza.
A veces me olvido de pasar a leerle...y cuando lo hago me doy cuenta de lo que me pierdo. Porque sinceramente, es una delicia aprender Historia con usted.
Excelente artículo...
ResponderEliminar¿Alguien puede resumir más de doscientos años de Historia en unas pocas líneas? Está claro: tú. Y a la par reconviertes esos años en lunares e islámicos. Una proeza.
ResponderEliminarGracias y saludos.
Gracias, Independiente. Un abrazo
EliminarA veces me olvido de pasar a leerle...y cuando lo hago me doy cuenta de lo que me pierdo. Porque sinceramente, es una delicia aprender Historia con usted.
ResponderEliminarUn abrazo.
Marián, me encanta que le parezcan bien mis extravagantes análisis históricos, Un saludo cordial.
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