miércoles, 10 de junio de 2015

Fervor rentable

Cuenca, del PSOE, fervoroso
He asistido últimamente a varios entierros y a alguna Primera Comunión. Y me he dado cuenta de que, en clase pobre y a título personal,  mi comportamiento en esas ceremonias ha sido semejante - aunque no haya usado un chaqué como el de los munícipes para no parecerme a un novio de reboda-, al de Paco Cuenca, Pepe Torres o Juan García Montero en la procesión del Corpus. No creo que Granada sea una ciudad levítica y santurrona. Por el contrario, estoy convencido de que  la ciudad vive en un venturoso paganismo, con miles de ídolos, en el que la gente” (“como diría Podemos) le ha arrebatado a la Iglesia Católica todos sus símbolos y ritos y los pasea triunfante, competitiva y arrogante por las calles “tomadas”.  Porque todo el empeño de la casta sacerdotal, desde Moisés, en quedarse con la administración de lo sagrado, se ha venido abajo y que ahora los sacerdotes, los que reciben las partes del cordero del sacrificio religioso, los diezmos y primicias,  son los hermanos mayores de las cofradías, los cofrades, los costaleros y todos los figurantes.  Hay una poderosísima industria de complementos religiosos que va, desde la costosísima corona de una virgen,  hasta el último alhelí arrancado del florido pensil de los viveros para adornar los pasos, que da de comer a mucha gente, en una ciudad que vive de la Sierra, de la Alhambra y de las procesiones. Los curas hacen todo lo posible en las ceremonias para que se les vea entre la multitud que les ha arrebatado las herramientas de santificación, pagándoles, a cambio, un módico precio. Pero ellos ya no dirigen ni controlan. Simplemente, decoran. El clero traga porque si no, se queda sin público, y el público los soporta, porque sin el clero, se quedaría sin brillo ni protocolo (que es como se llama ahora a la liturgia).  En eso llegan Cuenca, Montero y Pepe Torres,  a los que nunca se les ha visto entrar en una iglesia a rezar solos, sin fanfarria, alboroto y fajines, y se dicen,  como los curas, “aquí están los votos, aquí está la gente,  aquí están los que nos sustentan, ¿en dónde estaríamos mejor?”  Y se agregan a la procesión. No puedo juzgarlos con severidad. Simplemente, se han dado cuenta que ahora la medición religiosa, no es cosa del sacerdote, sino de la multitud. Ya lo decía al principio,  yo, que no soy creyente,  también he asistido estos días a primeras comuniones y entierros de familiares y amigos. Sin chaqué, pero con mi mejor ropica. Y me he levantado y sentado cuando lo pedía el protocolo de la misa, porque no quiero sentirme sólo, porque necesito de la gente, lo mismo que curas, alcaldes y concejales. Yo, para que la gente me quiera; ellos, para que la gente los mantenga.

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