miércoles, 11 de noviembre de 2009

Cuando estas mujeres hablan, se transparentan

Sobre la “confesión” de Simone Beauvoir y las reacciones que provocó en su tiempo, el  filósofo Bernard Henry- Lévy ha dicho esto en El siglo de Sartre : “¿Por qué la publicación de la primera parte de La ceremonia, ese largo relato preciso, casi clínico, en el que ella cuenta con crudeza los últimos días de su compañero, provocó tanto revuelo? Es verdad que no se ocultaba nada de las peripecias del cuerpo sartriano. Es verdad que no se ahorraba casi nada de su deterioro patético: un Sartre alelado, vacilante, que no atina con las palabras, excusando su incontinencia: “Vaya, qué curioso... es como si un gato me hubiese orinado encima...” Pero bueno, ¿acaso no incluía también eso el contrato? ¿Acaso no era fiel hasta el final, como en las Cartas, a ese pacto de inmortalidad que desde el principio la había convertido en la secretaria perpetua de la transparencia deseada, teorizada y cantada por Sartre? “
Pero ni Marianne Weber, ni Zenobia Camprubí, que escriben antes que Simone,  habían firmado pacto alguno de “transparencia” con sus maridos y sin embargo hicieron pública parte de la privacidad o de la intimidad de su relación y desmenuzaron para el público la degradación física y las miserias morales de los compañeros. Las tres con su actitud parecen instituir una nueva época -¿la era del Gran Hermano?-,  en la que la mujer sin abandonar del todo a su papel de “ángel del hogar”, renuncia a seguir siendo la guardiana de sus secretos.
Las tres se encargan en sus libros de hacernos saber que viven con seres enfermos, feos e incompetentes para las tareas domésticas más sencillas. Inhábiles para la vida en común.


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3 comentarios:

  1. Yo creo que esa actitud de "desvirgar" la vida oculta, más sórdida y morbosa de artistas ( en este caso literatos) por parte de sus mujeres...No es más que el ejemplo de venganza, de un modelo de mujer: la pasiva-activa. Sí.Esas féminas, que aprovechando que sus maridos, hombres ilustres y castradores, se encuentran gravemente enfermos, débiles y a su merced, aprovechando para alzarse sobre ellos, como Florence Nightingale exterminadoras, para resarcirse, cada una de ellas a su manera y con sus medios, de todo el ninguno que por ellos sufrieron.

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  2. Adriana, comentarios tan enjundiosos como el tuyo lo animan a uno a seguir escribiendo. El debate que abres es muy interesante y, si ahora no entro en él, es porque me espero a la publicación de la tercera (¡y última!) entrega de este trabajo para que tengas mi opinión completa sobre la mesa de discusión. Continuaremos...

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  3. Ansiosa estoy por leer la tercera parte de esta interesante serie, maestro.
    Entonces, hablaremos, como tú mismo propones.

    Ana

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