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Abajo |
En la Edad Media, la vida, si eras noble, te la escribía un cronista. Los aristócratas dejaban en su testamento el nombre de la persona que tenía que redactar su biografía. Normalmente, y en esas condiciones, las biografías se convertían en hagiografías. Con el auge de la burguesía, y el descubrimiento de la imprenta, hubo muchas más vidas que contar. Pero no siempre encontrabas a alguien que quisiera y supiera escribir tu vida y te la tenías que escribir tú mismo y así nació la autobiografía y, sobre todo, las novelas que eran una forma muy encubierta de contar tu propia vida, y la de algún vecino, como si fuera la vida de los otros. Y los escritores se convirtieron en amanuenses de sí mismos. En la formas de abundancia que hemos vivido y que comenzamos a abandonar, los nuevos ricos han tenido que hacer de criados de sí mismos. Enriquecidos de repente, viven con el lastre de la escasez y del hambre pegado a la memoria, como una de esas etiquetas de los tarros de conservas, que no hay forma de quitarlas del todo, por mucho que las restriegues. Su enriquecimiento súbito, les ha impedido forjar una dinastía. No tienen ni sommelier, ni cocinero, ni ayuda de cámara, ni doncella primera de milady, ni palafrenero.
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Arriba |
Todo lo contrario que los personajes de ARRIBA de la serie Downton Abbey, de Antena Tres. Se tienen que vestir ellos solos, les ha dado, como a los jubilados, por guisar y por degustar, en lugar de comer, y sobre todo, les ha dado por entender de vinos. No les basta, como a todo el mundo, con disfrutar de un buen vino. Ellos lo huelen, asienten, componen mohines de desagrado. Certifican:”Reserva del 78”. Y luego riegan la paella con ese caldo. Porque esa es otra, ellos no beben, riegan. Más o menos como hacía mi padre con el plato de sopa de cocido que le ponía mi madre: que lo regaba con dos cucharadas de Tinto Espadafor, que era el Don Simón de los años 50. Eso es lo malo de la pobreza, que tardas generaciones en mirar a las cosas de comer con naturalidad. No se pasa de abajo a arriba con construir tres urbanizaciones en Salobreña.
Ahora los de ABAJO vienen del Este; a los pocos meses de su llegada, ya hablan la lengua del país. Se reúnen en el Parque botánico del centro de la ciudad porque allí hay un kiosko que vende los periódicos rusos. Son, en su mayoría mujeres. Hacen las veces de cocineras, limpiadoras, secretarias y madres por horas. Sus hijos putativos pronuncian palabras en ruso antes que en castellano, ya que pasan más tiempo con sus madres adoptivas que con las biológicas...
ResponderEliminarOjalá volvamos pronto al vino de poca calidad que, si bien imposible de catalogar, paladear y de definir su gusto en boca, por indefinible, nos deja tiempo para ocuparnos de las cosas importantes de la vida...
Un abrazo,
Iria.