Monumento al duque de Galatino, en la Bomba
Ayer estaba muy animado y pensé que escribir un post todos los días iba a ser fácil. Pero son las 7 de la tarde y, hoy, todavía no se me ha ocurrido nada. Para resolver, he pensado en escribir mis memorias por entregas. No es que tenga nada importante que contar, pero eso de escribir en primera persona me llama mucho la atención. Sin disfraces ni ocultamientos morfosintácticos. YO, YO y YO. Instaurar una primera persona mayúscula y desvergonzada, sin recurrir para nada a la tercera, gélida, o a la segunda, distanciadora. Además, si me esfuerzo, y con la ayuda de alguna foto vieja, me puedo acordar de alguna cosa curiosa que me haya pasado. He encontrado en el cajón de las fotos antiguas, las de color sepia, la que ilustra esta entrada.

No recuerdo quién la sacó. Pero sí que en mi casa, alguno de mis hermanos mayores, que se las daba de cosmógrafo, interpretó la mancha que aparece en la instantánea como un platillo volante que estaba aparcado cerca del Sol, esperando para trasladar a otro planeta a los que el día del fin del mundo, que estaba cercano, se encontraran en gracia de Dios. Mi maestro, don José, había dicho en clase, para asustarnos y que nos portásemos bien, que la Virgen de Fátima, había amenazado a la humanidad con esta catástrofe, por mala. El día señalado confesé y comulgué por la mañana. Estuve toda la tarde con mi madre en el balcón de mi casa, en el número 18 del Paseo de la Bomba, esperando la catástrofe. Pero fueron pasando las horas y no sucedió nada. Fue una lata. A mí me hubiera cogido confesado y comulgado y me habría ido derecho al cielo, montado en la nave de la foto, y no tendría por dentro este come-come tan grande que tengo ahora, que no sé dónde voy a ir a parar. No recuerdo exactamente el año que estuve a punto de verme involucrado en un acontecimiento tan estresante. Me parece que el precio del billete del tranvía que pasaba por delante de mi casa era de 50 céntimos. Y desde luego de lo que estoy seguro es de que la línea no estaba soterrada.
Es usted un bloguero con conciencia, Don Pablo. Se preocupa por aparecer como una narrador omiscente y relata usted en 3ª persona con gran maestría. Aunque le digo una cosa: la 1ª persona no se le da nada mal y no resulta usted 'yoísta' en absoluto.
ResponderEliminarYo empecé a creer en los extraterrestres cuando vi en el cine como el pobre E.T. se perdió en el bosque y fue abandonado (sin querer) por su nave. Yo quería cuidarlo, como todos los niños de mi generación. Sin embargo, el privilegio lo tuvo Eliott y su hermanita (encarnada por la maravillosa Drew Barrymore).
Luego dejé de creer en ellos. Y empecé a creer más en los humanos; en los primeros botellones en el jardín de la facultad; en las horas de baile en la discoteca de moda; en las mariposas en el estómago...Y después dejé de creer en los humanos y volví a creer en los extraterrestres. Era menos arriesgado.
Que bonito sería recorrer Granada en tranvía.
ResponderEliminarCuatro lineas bien pensadas, al aire no soterradas.
Para que vecinos y foráneos visitantes nos sintamos paseantes.
Maravilloso, la verdad.
El otro día lo pensaba allá por San Juan de Dios, mira que hacer un metro, tan sucio y encerrado, en esta belleza de ciudad!