Franco me vacunó contra el nacionalismo españolista, y en general, contra todos los procesos identitarios. Pero, como soy padre, sé muy bien que cuando alguien se quiere ir de la casa hay que abrirle la puerta para que se vaya. Nadie ha de estar a la fuerza en ningún sitio. Los políticos, unos y otros, se han acostumbrado a parasitar torpemente el “conflicto vasco”, y no saben o no pueden o no quieren resolverlo. Si fueran valientes, harían frente al problema con decisión y, tras un periodo suficiente de paz, en ausencia de la "violencia del Estado español” y de la “violencia", recién prometida, "de los pistoleros de ETA", convocarían a los vascos a pronunciarse en un referéndum sobre el asunto. Esto ya se ha hecho en otros estados que sufrían una situación parecida. Para ello habría que contemplar el horizonte independentista como una posibilidad, nada catastrófica. Ahora bien, si los votantes se pronuncian en contra de la independencia, deberían de comprometerse a no volver a repetir la consulta hasta dentro de 25 o 50 años y si los vascos dicen que sí, tendrían la obligación de conducir el proceso de independencia de forma ordenada, amistosa y, sobre todo, justa. Respetando, dentro de lo posible, los intereses de todos. Estoy harto de llorones, de quejicas, de agraviados, de gente que piensa que se le debe algo desde el principio de los tiempos. No quiero oírles ni una queja más. Y eso sólo será posible si hay un camino viable y sin trampas para que los vascos, si así lo deciden, se constituyan en estado independiente. Yo, por mi parte, voy a seguir siendo español, si me dejan los españolistas, porque no quiero dedicar ni un segundo de mi tiempo a cavilar sobre si soy más, menos o igual que cualquier habitante del planeta. No me hace falta. Ya sé que soy un ser único (aunque de poca calidad y en el que no se puede confiar demasiado) y con bastante suerte porque durante toda mi vida he podido comer tres veces al día, lavarme, hablar con amigos y disputar con enemigos, sin recibir más heridas que las del amor y las de la vida. Estoy resentido, desde luego, porque ni la ciencia ni la religión, ni las utopías de salvación colectiva, me aseguran que no vaya a recibir la herida definitiva, como todos. Yo soy de Cenes de la Vega (Granada), que no es mi pueblo, pero sí donde tuve mi primera vespa, y del castellano, la lengua que me enseño mi madre de niño y que después mejoré leyendo a Cervantes en el internado donde pasé mi adolescencia. Él me ayudó a sobrellevar el cautiverio de cuatro años que padecí en un colegio de dominicos. Esa es mi patria. Tengo la suerte de que el Estado español me deja residir, por ahora, en ella. También los curas de mi colegio me dejaron construir, y pasar en ella las horas del recreo, una réplica aproximada de Granite House, el refugio de La isla misteriosa de Julio Verne. Si España obstaculizara este humilde “proyecto de vida”, posiblemente estaría tan cabreado y con tantas ganas de largarme como los independentistas vascos o catalanes. Por otra parte, espero llevarme bien con algunos vascos, independientes o no, al fin y al cabo comparto con ellos, y con los balineses, más paquete genético que con la mosca del vinagre. Incluso me puedo llevar bien con algún cenero. Y desde luego si me preguntan, votaré en contra de que el Atlético de Bilbao juegue en la misma liga que el Cenes Club de Fútbol, aunque me gustaría que el equipo de mi pueblo jugase contra la Real Sociedad en la Champion League.
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Siempre he visto cómo el tiempo se nos hace largo en la espera, y he intentado ver cómo ello se relaciona con la misma inexistencia de los tiempos. Todo es experiencia en sí misma, pero hay veces que no queda mas remedio que bajar de las nubes, poner los pies en el suelo, suspirar profundamente y pensar: "Estos políticos que nos gobiernan, que juegan incesantemente entre ellos, son una especie de payaso inútil y sin gracia alguna"
ResponderEliminarMientras veo los bucles del tiempo en la repetición incesante de los suspiros ajenos, si me dejas que llame suspiro a esta entrada tuya y me pregunto ¿Cuantas veces mas será oportuna?
Un abrazo
Ana María, los que no hemos sufrido directamente la barbarie terrorista (aunque su presencia ha condicionado nuestras vidas y ha contribuido a degradar la vida democrática y a dar excusas a los políticos para no resolver casi nada) no podemos actuar como si fuésemos las víctimas. Al igual que el Gobierno, nuestra obligación, por puro egoísmo, es servir de airbag entre las víctimas y los victimarios. Porque si no, para ser honestos lo que tendríamos que proponer es "irnos a por ellos hasta enterrarlos en el mar". Y son cientos de miles, no los terroristas, no los asesinos, sino los vascos aquejados por las ensoñaciones identitarias. Lo mismo que hay multitud de compatriotas nuestros aquejados de un nacionalismo españolista atosigante. Los que padecemos otros síndromes pero no el nacionalista, tenemos que evitar que unos y otros sigan llegando a las manos. Porque, la violencia, como se ha visto hasta ahora, no arregla nada.
ResponderEliminarSi, si hay algo indudable es que la violencia no arregla nada.
ResponderEliminarPero me asombra que todo se deba a ensoñaciones identitarias. Me resulta difícil comprender que casi todo un pueblo elija vivir en la tristeza y el silencio, casi de los corderos, por necesitar ¿Qué?
Somos muchos los que no sentimos necesidades cerradas en fronteras, hay muchos por el mundo que se llaman ciudadanos del mundo, sin querer atraparse por el de donde soy de donde vengo e identificándose mas bien con el adonde voy, pero todos ellos, los que se sienten libres circulan por este planeta, que consideran suyo, con pasaportes y documentos que los identifican como pertenecientes a un lugar, y sin embargo no le dan importancia, no necesitan un pasaporte del mundo, "Estado: La Tierra"
Y me sorprende esa angustia que se vive en aquel pequeño rincón del mundo. He pasado por allí un par de veces,y solo he sentido tristeza, miedo y tabús... desconfianza. Quizás me tocaron los dos días malos... Pero acostumbrada a poder reír sin temor por la calle me sorprendió el silencio de los jóvenes cuando nos cruzábamos por las calles de Zarauz, la reacción de los camareros en el restaurante ante nuestros comentarios... sobre la merluza!
Es increíble que hoy se viva así en una parte de la Península Ibérica. Que se hipoteque la libertad y la alegría de semejante modo.
Pero lo dicho quizá sea solo mi percepción y esté equivocada.
Hoy por fin me he decidido a preguntar a un amigo de por allí, ¿Cual es el problema real?
¿Por qué a estas alturas se crea tanto sufrimiento innecesario?
Indudablemente yo también voto por que elijan libremente...
Por no sentirme, admirada Ana María, no me siento ni ciudadano del mundo. Y sobre todo ahora que los científicos y las iglesias orientan sus pesquisas hacia la existencia de vida en otros planetas. Gracias por tus comentarios y por tu lectura, amiga.
ResponderEliminar¿El mundo es la tierra?¿El mundo es el Universo?
ResponderEliminarMe quedo con el Universo Inabarcable.
Es un placer.