Saramago, en su novela Caín, se dedica a enmendarle la plana al Dios de la Biblia. Primero, convirtiendo a Caín en un personaje malo en el buen sentido de la palabra “malo”. Y después, escribiéndole a Dios, por derecho, todos los renglones torcidos que el Creador se ve obligado a trazar para que vengan otros a explicar la deriva de la escritura divina y a “rectificarla”. En el episodio Abraham, Saramago demuestra poca ambición, se contenta con que sea Caín, y no el ángel del Señor que llega tarde y despistado al escenario del crimen/sacrificio, el que salve al hijo del Patriarca, Isaac, de las llamas. Me hubiera gustado más un Caín que se hubiera dedicado a denunciar públicamente que, con el sacrifico de Abraham, la casta sacerdotal le estaba diciendo al pueblo, que los sostenía con sus diezmos y ofrendas, hasta dónde eran capaces de llegar para obedecer a Yahvé: hasta el sacrificio horrendo de sus propios hijos. Esto sí, teniendo siempre en la manga el as del indulto. Queda claro que a los sacerdotes les importa un bledo que la imagen de Dios quede muy deteriorada al exigir a Abraham la inmolación de un niño, con tal de que el pueblo se trague que los ungidos, si Dios se lo pide, son capaces hasta de asar, como espetos, a sus propios hijos. Con Abraham y Moisés, el formato del mediador que come del silencio de Dios, queda perfectamente acabado, pero se priva a Jehová del derecho a la propia imagen. Desde entonces, los sacerdotes, en cada momento, ofrecen de Dios la imagen que más les interesa. Me hubiera gustado que Saramago en lugar de convertir a un villano, como Caín, en un héroe, hubiera abogado en su novela porque se le reconociese al Altísimo el derecho que todos tenemos a la propia imagen, evitando que cualquier cura de aldea, o el mismísimo Papa, pueda publicar sin pagar derechos de autor imágenes robadas al Todopoderoso.
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Poniéndonos bíblico revisionistas, me permito recomendar la, por ahora, trilogía de Ralph König: "Prototipo", "Arquetipo" y "Antitipo".
ResponderEliminarEl autor de "El condón asesino" se desvela además como un lúcido teólogo utópico, los mejores que hay.
Y ya puestos, aunque reconozco que traído por los pelos, no se pierdan, si aun no la han leído, la divertidísima diatríba de Fernando Vallejo titulada "La puta de Babilonia".
Gracias, noveno monaguillo, curso de inmediato solicitud a la Sociedad de Ateos Utópicos, para que me admitan en su filas. Les haré notar que la expresión "condón asesino", aparte de una personificación notable, puede ser considerada oxímoron. En cuanto a lo de "La puta de Babilonia" no sé si yo estoy ya para divertirme con esas historias. Pero lo intentaré, sabiendo que se puede espabilar el fuego interior que nos consumió, en tiempos. Gracias, un abrazo cordial.
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