miércoles, 14 de septiembre de 2011

La enfermedad infantil del alfabetismo



Cantemos al amor de los amores
En un poema dedicado a J.Guillén, Carlos Bousoño (el de la "Expre") escribe:

Dejad que la palabra haga su presa lóbrega, 
se encarnice en la horrenda miseria 
primaveral, hoce el destino, cual negra teología corrupta... 
Los escritores le dan demasiada importancia a las palabras, a la palabra, sobre todo los poetas que un día sí y otro también andan tocándole el meollo al misterio para ofrecerlo a la humanidad como prenda de salvación. Hay que pensar que esta confianza ciega en las palabras está impregnada de un cierto corporativismo. Al fin y al cabo, muchos escritores viven, o esperan vivir, de lo que escriben. Al "creador" le gustaría escribir un buen "remake" del Libro, de la Biblia. No ser Dios, que eso lleva mucho tiempo, sino escribir como Dios, cuando Jahvé redactaba el Génesis, no cuando componía la letra del "Cantemos al amor de los amores", cajón de gallos y gorgoritos extraviados de la piedad de cera e incensiario. No sé dónde he leído que después de las barbaridades del siglo XX -y no digamos de las del presente siglo-, la única forma de hablar en serio es hacerlo en broma, irónicamente. Pensar que las desprestigiadas palabras nos van a sacar del atolladero, no deja de ser una enfermedad infantil del alfabetismo. Que ataca, como era de esperar, a blogueros y escritores de la "Nube". Quizá abandonando todas las letanías y jaculatorias, atreviéndose a vivir de otra forma y a plasmarlo con palabras todavía no pronunciadas, se consiguiera algo. No sé... Desde luego, "hozando el destino" como propone Bousoño, no vamos a ninguna parte. O terminamos en la cochiquera.

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