miércoles, 21 de septiembre de 2011

El retorno de los brujos

ES habitual en los folletines que algún personaje padezca una enfermedad incurable. Incluso en los melodramas escritos por grandes autores, como Charlotte Brontë o Galdós, suele haber un ciego o un sordo. El lector disfruta y se emociona mucho cuando lo que parecía irremediable, se cura. Como el folletín nace en el siglo XIX, después de Voltaire y de la Ilustración, la recuperación del impedido no se debe a un milagro o a un bálsamo o a unas hierbas, sino a la ciencia. Pero la ciencia suele habitar en ciudades populosas, lejos del campo, como Barcelona, Londres o Berlín. Y desde luego no está en manos de frailes o brujos sino en las de especialistas. A Jane Eyre, en la novela publicada en 1847 por Charlotte Brontë, le cura al marido ciego un especialista de Londres. La eminencia que cura a Pablo, el protagonista ciego de Marianela de Galdós, viene de fuera. En las películas españolas en blanco y negro, el enfermo suele ser pobre y hay que ganar algún concurso de radio o las quinielas o recurrir a la solidaridad de todo un pueblo para que la cieguecita pueda ser operada por "un médico muy bueno que hay en Barcelona". La Seguridad Social acercó la medicina de calidad a los pobres y a los pueblos. Y para operarse del oído o de la vista sólo había que desplazarse a la capital. Esto va a cambiar porque hay comunidades autónomas que llevan años sin pagar a los laboratorios farmacéuticos. Roche están a punto de cortar el suministro de ciertos medicamentos antitumorales de gran eficacia a cinco autonomías. 
Después de una época en la que lo incurable se ha curado cerca de casa gracias a las prodigiosas medicinas que la ciencia ha puesto en manos de equipos solventes de médicos locales, los enfermos van a tener que volver a buscar una eminencia de pago en Berlín o en Barcelona. El que no le caiga simpático a sus vecinos o no acierte una quiniela, y no pueda pagarse la medicina privada, tendrá que recurrir de nuevo a los santos o a los brujos. 
Por lo pronto, la única medicina que el arzobispo Javier Martínez le ha ofrecido a una enferma que recurrió a él en busca de sanación, ha sido la otra vida "donde", según el prelado, "no hay Ministerio de Hacienda, no hay Seguridad Social, no hay un montón de cosas de las que aquí nos dan preocupaciones y disgustos, y puedes contemplar a la Virgen de las Angustias tan contenta, desde la ventana del cielo". Para hacer creíbles tantas ventajas, don Javier no va a tener más remedio que alquilarse en la Gloria una habitación con vistas a la Carrera y romper de inmediato su cartilla del Seguro. Por coherencia teológica.

2 comentarios:

  1. Cuando en una comunidad, tribu, nación, estado, como quieran llamarlo, los recursos que generamos nosotros cubren, en primer lugar, parafernalias representativas, de apariencias y codicias incontables de algunos de nosotros, que deciden ser ellos, hasta el punto de consumir los recursos que nos mantendrían sanos, educados, cultos, solidarios, empáticos… algo muy grave está sucediendo…

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  2. La vuelta de los brujos supone la destrucción de la débil relación que hay entre causa y efecto y la instauración de asociaciones caprichosas entre los hechos y sus causas y consecuencias.

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