Las almas atraviesan la Laguna Estigia
AL filósofo francés Sartre, tomar decisiones, elegir, le producía un sentimiento profundo de repugnancia por la existencia al que llamó 'La náusea'. Algo parecido, sin llegar a ser igual, a lo que yo siento cuando, ahora que ha llegado la calor, tengo que sustituir los agostados ciclámenes del invierno e, incluso, los robustos geranios de la primavera, por plantas que aguanten los calores de agosto sin necesidad de muchos cuidados. Y ahí estoy, debatiéndome entre las vincas y las verdolagas. Mis asesores, una florista de La Zubia y Miguel, el dueño de un vivero cercano, parecen estar de acuerdo en que hay que proceder ya a la sustitución, pero un vendedor de flores del Camino Bajo de Huétor me sugiere que los geranios aguantarán bien hasta septiembre. Y entonces, la incertidumbre me corroe y vivo el problema de forma acuciante en mi interior que es donde se viven estas cosas. No llego a la náusea sartreanea, porque casi no tengo vida interior y esas cosas me afectan menos, pero sí estoy incómodo. ¡Lo que tuvo que sufrir Jesucristo a la hora de elegir a sus discípulos, aceptar a unos, rechazar a otros! Se lo dejó bien claro -él que era un hombre de carácter- a los apóstoles y no aceptó formar un jurado o un tribunal, asumió él sólo toda la responsabilidad de nombrar a estos cargos de libre designación: "No me elegisteis vosotros a mí; sino que yo os elegí a vosotros" (Juan15:16). Mi padre también era muy taxativo en lo que se refiere a las elecciones. Él no solía hablar de política. Como tantos otros, salió de la guerra tan escaldado que no dejaba que se hablara de política en la mesa. Pero de las elecciones recelaba y lo que tenía muy claro era que al padre no se le elige en un plebiscito ni se le confirma o se le rechaza en un referéndum. "Me da igual lo que penséis de mí", decía cuando alguno de sus nueve hijos le discutía una decisión, "no pienso presentarme a elecciones para el puesto de padre de esta familia". Seguramente, quería protegernos de la náusea de la elección. Según nos explicaba en PREU, don José Barrio, nuestro excelente profesor de Filosofía, Platón contaba que eran las Parcas las que elegían por nosotros. Muertos, nuestra alma atravesaba la Laguna Estigia, en busca de la reencarnación, y llegaban a una planicie en la que tres deidades, las Parcas, se ocupaban de tejer el destino de cada uno de nosotros y de decidir en qué cuerpo se reencarnaría nuestra alma. Seguramente para ahorrarnos la náusea de tener que elegir entre ser Rajoy, Sánchez, Rivera o Iglesias. Y es que la mitología griega fue más compasiva que la teología cristiana y limitó muchísimo la capacidad de elegir de las personas para no angustiarnos.jueves, 16 de junio de 2016
La náusea
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Pues para no presumir de pensador...madre mía, menudo post más profundo te has marcado...total para decirnos que elegir entre lo vulgar que hay hoy día en política...pues yo creo que es fácil...lo echamos a suertes y...¡como somos tan cenizos!...
ResponderEliminarBesos.
Muy interesante...
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