jueves, 17 de julio de 2014

El plan B de Sebastián Pérez

Plantando una estatua
EL dinero ha quedado a salvo y está donde siempre ha estado; escamoteado, ahora, de la vista del público por los especuladores financieros. Mientras que las grandes metáforas, las que te resignan a la carencia de dinero, las que amortiguan el miedo, las que atesoran la esperanza de mejorar, las que sirven para ir a la guerra, para morir por la patria o por un dios, las que lavan la culpa, ésas, circulan ahora sin sello, sin nombres, sin autor por las redes para uso de la gente. Los años pasados quedarán en el recuerdo como años de paz y de bonanza. Años en los que las mediaciones tradicionales se difuminaron. Cualquiera pudo inventar una metáfora de salvación más, ser presidente de la Diputación, capitán de yate o, si no, conductor de las carretas que van al Rocío o hermano mayor de una cofradía. El Compadre se equiparó al arzobispo. No ha hecho falta ser Gallego Burín para llegar a alcalde de Granada. La izquierda no consiguió que las cosas cambiaran demasiado y se adaptó a los gustos de la población, que no deseaba hacer la revolución. Simplemente, comer tres veces al día, lavarse, trabajar sólo ocho horas y meter todo el cuerpo en el mar, en verano. Que sus hijos estudiaran con beca, que llegaran a fiscales, a jueces o a jefes de servicio en un hospital. El buen pueblo ocupó ayuntamientos, negociados, parroquias. Lo conseguido no fue poco, ahora que se lo están arrebatando, lo sabemos; y también, que el sufrimiento evitado no fue insignificante. Pero el buen pueblo en esta etapa, no dejó de llevar a sus hijos a los templos para que hicieran las primeras comuniones, las bodas, lo entierros o los bautizos. Porque las iglesias son edificios de techo alto, termoestables, de buena acústica y con bancos preparados para el teatro. La única revolución auténtica a la que hemos asistido ha sido a la administrativa. En el corazón de la gente existía el deseo de comunicarse con los vecinos, si eras alcalde, con un saluda; si eras párroco, con un saluda; si eras concejala de cultura, con un saluda. Se aprendió a mentir, a marear la perdiz, a hacer lo que a uno le venía en gana, respetando, siempre que fuera posible, la vía administrativa. La estatua de José Antonio Primo de Rivera no se ha podido quitar de la Plaza de Bibataubín, dicen, porque hay que cumplir unos interminables trámites administrativos. Y no habría que quitarla, según Sebastián Pérez,  presidente de la Diputación, porque es muy bonita. Pero la línea de defensa estética es simplemente el plan B del presidente. Por si le falla el A, poblado de trampas y papeles.

1 comentario:

  1. Antes (y está por definir qué momento representa el "antes") el sustrato sociológico funcional era la hipocresía. Después llegó la mentira disfrazada de realidad.
    La trampa continúa abierta y siguen cayendo en ella casi todos, pero ahora se oye chirriar la bisagra de la tapadera.
    Gracias y saludos.

    ResponderEliminar