El gozo de leer
En el vídeo de arriba, alguien acciona un consolador, fuera de plano, para que la chica obtengan gozo al tiempo que leen. Sólo le falta comerse un huevo kinder relleno de leche condensada la lechera, al mismo tiempo. La nota explicativa que acompaña al vídeo nos informa de que "la chica participó voluntariamente en este proyecto de excitación a la lectura". Si lo hubiera hecho forzada sería un delito...Todas estas cosas me recuerdan tonterías como la de darle de mamar a los niños hasta los siete años, llevarlos pegados al cuerpo con fajas,no ponerles pañales para que esparzan sus gracias libremente, o meterlos en la cama de los padres hasta los 10 años. Provocarle gozo a las chica con un consolador mientras que leen es una manera de que no entienda a Hegel. El único orgasmo que yo bendeciría sería aquel que les ocurriera a causa de la lectura. Yo a veces he alcanzado el climax leyendo la Summa Theologica de Santo Tomás. Pero no tiene mérito,soy un caso claro de eyaculación lectora precoz.
¡Tened el valor de equivocaros....dijo Hegel !
ResponderEliminarDezabaleta, el redactor de la nota que acompaña el video dice que el ajetreo del consolador está fuera de plano. Y creo que esto es lo que puede molestar. Porque, orteguianos como somos, los occidentales sólo vemos como natural el amor que va de hombre a mujer o de mujer a hombre. Probablemento si en lugar de un consolador, fuera de plano, hubiera un varón dentro de ellas, el experimento obtendría menos críticas. Gracias, amigo.
EliminarLa turbación por la lectura me la produjo en la adolescencia el acceso a "La casa de placer y otros cuentos" de Guy de Maupassant. A más lectura, más turbación.
ResponderEliminarYo le debo a los americanos, y no a la lectura, mis turbaciones primeras. Que el imperio sabe bien tratar a los que lo sirven y castigar a los que no lo hacen. El primer queso americano y la primera mantequilla y leche en polvo, llegaron a los conventos y seminarios, antes que a las escuelas pública. Y de 1000 caloría diarias que recibíamos los colegiales en 1953, pasamos a 2500 en 1954. Y como no podía ser de otra manera, algo se removió dentro, y fuera, de nuestros cuerpos, se dispararon los encuentros placenteros con uno mismo. Y todo gracias a Eisenhower.
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