jueves, 8 de mayo de 2014

Pequeños hurtos


LOS pequeños hurtos están teniendo mala suerte, bien por la intervención del Tribunal Constitucional o por la intercesión del algún santo. Al menos eso pensó el ladrón que, al llegar a casa y quererle mostrar a su mujer el trofeo que acababa de extraer del seno de una mujer devota, advirtió que se había equivocado de objeto. El ladronzuelo se exculpó ante su mujer -que le llamaba de todo: inútil, que no sirves para nada, maldito el momento en que decidí casarme contigo- echándole la culpa a San Expedito, patrón de los imposibles. Le contó que la mujer a la que había intentado robar salía de una iglesia metiéndose en el pecho algo que él había interpretado como un billete de 50 euros y que ahora, al depositarlo en la mesa de la cocina, había resultado ser una estampa de este santo mártir. "Contra los santos, nadie la puede", le dijo a la fiera que no dejaba de recriminarle su torpeza. El Tribunal Constitucional acaba de retirarle a la Generalitat de Cataluña el euro que cobró indebidamente por receta, extrayéndolo con guante blanco del bolsillo de los enfermos. El milagro se ha producido a instancias del Gobierno de 'Madrid' -como le llaman los nacionalistas- que recurrió el artículo de la tasa sanitaria -conocida como la tasa del euro por receta- de la Ley de Medidas Fiscales, Financieras y Administrativas de Cataluña. Parece que la Comunidad madrileña iba camino de imponerla también. En rueda de prensa tras el Consell Executiu, el portavoz del Govern, Francesc Homs, como el caco del canalillo de la beata, le ha echado la culpa a la intercesión del Gobierno central. Para ellos, el mismísimo diablo. Y ha recordado que el euro por receta se debe a la "imposición de recortes" de Madrid, que "parece burlarse de los que sufren" esos recortes. ¿A quién le estará echando la culpa el caco que le robó un bolso en la plaza de Bibarrambla a la desconsolada dueña de un perro fallecido de viejo en su hogar? Ella había proyectado darle perruna sepultura en un paraje plagado de amapolas rojas, cerca del Purche. Y había envuelto el cadáver en papel albal y lo llevaba en el bolso con intención de coger el coche e inhumarlo en el monte. Puede ser que el nuevo santo, san Juan Pablo II, que le concedió el alma a todos los animales, haya querido castigar al ladrón con esta macabra sorpresa: esperaba encontrar en el bolso una cartera llena de dinero y sólo encontró un perro yacente.

No hay comentarios:

Publicar un comentario