jueves, 22 de mayo de 2014

El buen salvaje

Diego Rivera, El mundo azteca
LA gente te pregunta si vas a votar y a quién. Mi padre, que fue secretario de Ayuntamiento durante la guerra en un pueblo de Jaén, nos tenía prohibido hablar de política en casa. Vio tantas cosas durante la contienda que abominaba de la política. Ahora no hablan de política nada más que los periodistas especializados y los políticos y sus familiares que viven de eso; bastante bien, por cierto, a tenor del sueldo que percibe un eurodiputado. Pero se nota entre la gente -palabra que ha sustituido a las gastadas 'pueblo', 'ciudadanía, 'clase trabajadora', en la propaganda electoral- un rechazo por las discusiones políticas parecido al de los años de posguerra. 

La pregunta es ésta: ¿hay salvación dentro de la democracia española o está todo tan devastado que habría que volver a empezar? Y, ¿cómo empezar de nuevo? En estas situaciones, antes se pensaba que la regeneración vendría del buen pueblo, que había permanecido sano, lleno de buenas intenciones, traicionado siempre por sus representantes. El pueblo era el buen salvaje, incólume y cándido. Pero el sistema corrupto lo estropeaba en cuanto el pueblo se echaba en sus manos. 

Los hay que todavía confían en la democracia o en la Iglesia, y que sueñan con que un líder que limpie las instituciones de la inmundicia que las pervierte, que las vuelva como un calcetín y las pongan al servicio de la gente. Un papa Francisco que acabe con ese conglomerado de intereses bastardos que es la curia, con la pederastia, con la acumulación de riqueza. Con un líder carismático salido de las elecciones, que promueva una nueva ley electoral, que permita que vascos y catalanes se pronuncien sobre si quieren seguir dentro del Estado español, que convoque un referéndum sobre la forma de Estado, que suprima las costosísimas autonomías que se inventaron para mantener a vascos y catalanes dentro de España, sin que le faltara café al resto de los españoles. Aunque Francisco tenga buenas intenciones, ¿podrá con la curia? Aunque los nuevos partidos políticos que hacen propuestas como las apuntadas más arriba, ganaran esta, u otras elecciones, ¿podrían imponer sus programas o se verían arrasados por los malos hábitos del sistema? 

Cuando recuerdo a Ernesto Cardenal, un sacerdote revolucionario nicaragüense, arrodillado ante Juan Pablo II, en su propio país, y humillado urbi et orbi por aquel atleta de las vanas promesas, desconfío de que se pueda arreglar nada desde dentro.

2 comentarios:

  1. En los cursos de filosofía actual, o sea, en esos programas de televisión en los que se subastan trasteros cerrados o se arreglan restaurantes que podrían ser llamados respugnantes (sic) o se ordenan casas cuyo nivel de corrupción supera al del panteón de El Escorial, está la respuesta a tus cuidadas cuitas.
    El sistema (neocapitalista, subdemocrático, transtrascendente) es una bonita casa kitsch llena de trastos por dentro, los trastos se sacan fuera y se subastan para terminar redecorando en estilo transkitch su interior. La dueña (suele ser una mujer) ha llorado mucho y ha sido transubstanciada gracias a las artes del conductor del programa, que casi seguro que se llama Francisco.
    Los espectadores de estas metáforas somos los ciudadanos esclavizados ahora por nosotros mismos, gentes o gente facilona y capaz de votar.
    Gracias y saludos.

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  2. Trasindependiente, es que nos hemos acostumbrado a comer tres veces al día y eso ata mucho.Gracias. Un saludo cordial.

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