miércoles, 2 de noviembre de 2011

El currículo de la abuela

Pánfilo dice que aprende más en una farmacia que hablando con un profesor de universidad, sobre todo si es de letras. Asegura este jubilado petulante que los profesores de humanidades no se han hecho a la nueva situación. Y siguen diciendo la misa en latín y de espaldas al público. Si te acercas a uno de ellos, te hablará de su curriculum, de los puestos que perdió por no ser del partido, de sus viajes a universidades extranjeras, que sí reconocen su tarea investigadora… Cuesta un enorme trabajo que se baje de su estatus imaginario y que hable de lo buenas que están las patatas tempranas o lo bien que saben los tomates de estación, sobre todo los de huevo de toro. Son aburridos. Quizá en Australia, en la Universidad de Canberra, no se haya oído hablar del farmacéutico del pueblo de Pánfilo. Pero entre la gente del lugar tiene un gran predicamento. Esta mañana Pánfilo ha sido testigo de cómo dos mujeres, no jóvenes, le han llamado guapo. Una monja, que se ha apresurado a confesar su estado, y una fregona que se ha definido como de las de culo remangado. La monja, que poco antes había incurrido en el desliz, censurable en las de sus votos, de piropear a un mancebo de farmacia, ha encontrado natural, taparle el culo a la fregona, haciéndole ver que la frase correcta es “fregona de falda levantada”. Pánfilo ha tomado nota de que todavía ser monja es más importante que ser fregona. Y que ser observador es mejor que ser observado. Al salir de la farmacia ha ido a por la prensa, en el quiosco había una mujer, de poca estatura, hablando por los codos. El marido la esperaba afuera en el coche. Pánfilo, nada más verla, se ha sentido superior. Pero cuando la mujer ha utilizado la palabra “dependiente” para referirse a su esposo, ha empezado a respetarla. Luego, la ha ascendido hasta su propio nivel de excelencia, cuando le ha oído decir que también es un “posesivo”, y finalmente la ha elevado al friso de la admiración, cuando la mujer, con aspecto de campesina jubilada, trabajada y limpia, ha proclamado que su hombre es, sobre todo, un “obsesivo”. La gente no lee, la gente no tiene un curriculum lleno de artículos y libros “imprescindibles”, la gente no preside tribunales de oposiciones, pero, mire usted por dónde, la gente se va haciendo con un vocabulario tope de gama, se lo deba a las telenovelas mejicanas o a un nieto que estudia primero de ESO y que, fastidiado con su abuelo porque le impide acercarse a la abuela, ha utilizado las palabras “dependiente”, “posesivo” y “obsesivo” para referirse al anciano. El maestro de lenguaje se las había dictado esa mañana para que las copiaran en su cuadernillo de vocabulario.

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