miércoles, 17 de noviembre de 2010

Los estigmas

Bañista de Bouguereau
También suele llorar Pánfilo ante ciertos estigmas. Porque este hombre llora mucho, y no se avergüenza si llora cuando está en la playa y ve pasar un cuerpo adolescente desnudo, mojado todavía por la última zambullida, que ridiculiza sin esfuerzo la ley de la gravedad y desafía orgulloso las leyes universales que imponen la decadencia y la muerte a todo lo vivo. Y lo mira y, en lugar de crecerle el deseo o la admiración o el culto a lo perfecto, imagina ese cuerpo como blanco de la aguja de la jeringa o como campo de operaciones quirúrgicas.
También llora el hombre sensible ante el cogote recién afeitado de un anciano donde las arrugas llaman a concilio. Y le afecta la verruga que comienza a afear el pecho de la mujer madura, y ante los dedos de los pies de la mujer de 60 años que comienzan a torcerse y a llenarse de bultos y recovecos. Se conmueve, igualmente, con las lágrimas que brotan de los ojos de un pequeño asustado ante la presencia, que él siente amenazadora, del anciano con barba.

Como el Cid, al salir hacia el destierro, lloró fuertemente por sus ojos, al ver el estado en que quedaba la vivienda familiar, Pánfilo lloró también cuando vio en un diario la foto de Martínez, arzobispo de Granada, llegando a su casa, sin palafrenero ni aguacil que se adelantaran a abrirle la puerta, interrogando a unos muchachos irreverentes que con enorme naturalidad, empapados de igualitarismo ciego, ni siquiera se levantan del umbral de la puerta, mirando al representante de Dios en la Plaza de las Pasiegas, sin rastro de miedo o esperanza.
Aunque acabe de derramarse en llanto al ver en un canal autonómico a una pareja de ancianos campesinos, ajenos a al ridículo, tirándose torpemente los tejos para rellenar la programación de la cadena, el hombre sensible aún tiene fortaleza y seriedad para llorar con el que recibe un no, con el que ama y es rechazado sin obtener, ni siquiera, una disculpa aceptable que le ayude a sobrellevar el desamor, con el que muere sin haber tenido un sólo día de luz o de caricias. Llora por los demás y llora, seguramente, por él. De sensible que es, apaga la televisión ante la cara de pavor de un político obligado por una reportera audaz a hablar en broma, a utilizar la ironía. Porque los políticos saben muy bien ocultarse detrás del lenguaje solemne de las mentiras pero aparecen desnudos cuando se ven obligados a utilizar el discurso resbaladizo de la ironía. Temen que la gente interprete que están pensando lo contrario de lo que irónicamente declaran en ese momento y acierten y los descubran. Y, al tiempo que cierra el aparato, una lágrima le moja la mejilla, porque los hombres formales, como Pánfilo, se ponen muy nerviosos cuando ven que alguien queda en evidencia. Y lloran.

6 comentarios:

  1. Preciosa la canción "La pena o la nada". Espero que para la gente de tu generación, querido Corleone, los días más duros no estén por venir. Que alcancéis muchos amaneceres, todavía, ahítos de placeres y de conocimientos, como quería otro de "nuestros poetas de referencia", Kavafis.

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  2. Llorar por los ojos, pleonasmo. Mientras se llore por los ojos, todo está en orden.

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  3. Querida Iria, don Emilio Orozco, el profesor de Literatura que nos explicaba el Poema del Mío Cid, pese a ser una persona muy entendida en Épica Medieval, no nos hizo reparar en este pleonasmo que tú ahora acertadamente señalas. Lo que sí recuerdo es que cuando el hombre recitaba este verso del Poema:“De los sus ojos tan fuertemente llorando”, dos lágrimas surcaban sus mejillas. Gracias siempre.

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  4. ¿Y qué tal, Pablo, si en cuestión de lágrimas españolas (la española cuando llora es que llora de verdad y a ninguna le interesa llorar por frivolidad), recurrimos una vez más a León Felipe y seguimos todos llorando?:

    Españoles:
    el llanto es nuestro
    y la tragedia también,
    como el agua y el trueno de las nubes.
    Se ha muerto un pueblo
    pero no se ha muerto el hombre.
    Porque aún existe el llanto,
    el hombre está aquí en pie,
    en pie con su congoja al hombro,
    con su congoja antigua, original y eterna,
    con su tesoro infinito
    para comprar el misterio del mundo,
    el silencio de los dioses
    y el reino de la luz.
    Toda la luz de la tierra
    la verá un día el hombre
    por la ventana de una lágrima...
    Españoles,
    españoles del éxodo y del llanto:
    levantad la cabeza
    y no me miréis con ceño
    porque yo no soy el que canta la destrucción
    sino la esperanza.

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  5. [...]"con su tesoro infinito
    para comprar el misterio del mundo,
    el silencio de los dioses
    y el reino de la luz."
    Tras leer estos versos a uno sólo le queda el silencio. Gracias, Miguel.

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  6. Iria y Silvia, muchas gracias por vuestros comentarios. Modugno y Gil de Biedma de la mano qué fructífera coincidencia.

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