Pánfilo está empeñado en que le publique unas reflexiones nada correctas sobre las mujeres feas que me hizo en el Café Central de Málaga, hace unos días. Sabe que soy un forofo de la libertad de expresión y por ahí me tiene cogido. Le he recomendado que se abra un blog y que diga en él lo que se le ocurra. “¡Lo que me faltaba!”, me ha contestado,”lo tendría percudido de los ácidos comentarios de Pánfila, mi expareja virtual, que está incómoda conmigo desde que no contesté a su pregunta de si lo nuestro podría tener futuro”. Le he pedido copia del DNIe, y le he amenazado con exhibirla si alguna lectora duda de la autoría de lo que sigue. Transcribo lo que yo entendí de aquello. Pánfilo ha encontrado ciertas semejanzas entre las razones que le han dado mujeres musulmanas para ir cubiertas y la nivelación por la fealdad que se imponen en ciertos colectivos feministas. Las musulmanas le han contado que las veladuras igualan a las guapas con las feas que así disimulan sus defectos y compiten en situación de igualdad con las hermosas para obtener un hombre. Yo creo que Pánfilo anda cabreado con el feminismo de la exclusión desde que no lo dejaron entrar en las últimas jornadas feministas celebradas en Granada. Pero, según cuenta, él andaba por la puerta y observó que había muchas chicas guapas en las jornadas que se habían dejado crecer el pelo de las piernas, que aparecían poco aseadas y muy mal peinadas y que vestían de tal manera que no se apreciaba la perfección de sus cuerpos. Como las musulmanas, las mujeres de estos movimientos se cubren todas con un burka de fealdad, porque como defensoras que son de la primacía del alma sobre el cuerpo, de lo interior sobre lo exterior, aspiran a que sólo se las valore por su espíritu. De cuando Pánfilo coqueteaba con su exnovia virtual por las redes, recuerda que las chicas que cuelgan fotos en sus muros obtienen de sus amigas comentarios y halagos sobre lo guapas que están y lo atractivas que aparecen. Me dice (éste que no es mi alter ego ni mi apócrifo ni nada que se le parezca) este Pánfilo incómodo que las chicas raramente intercambian halagos sobre la inteligencia, el espíritu o el alma. Y Pánfilo termina confesándome que no sabe a qué carta quedarse.
lunes, 8 de noviembre de 2010
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Dile a Pánfilo que, en mi opinión, la belleza ha sido objeto de estudio a lo largo de los siglos. Con la fealdad no se han atrevido tanto. Hoy día, no está bien visto hablar de la fealdad, de la gordura o de la falta de inteligencia, de manera abierta. Sin embargo, cada vez que encendemos la tele, la chabacanería, la vulgaridad y la ignorancia nos asalta. Y lo más importante es la belleza exterior. La caja tonta está inundada de magníficos y depilados cuerpos; de brillantes y cuidados cabellos; de ropas imposibles y maquillajes depurados. Y nada en el cerebro. Todos esos cuerpos hablando de banalidades. Y ¿cuándo se les descuelguen las carnes y ni la exótica ropa pueda tapar las evidencias del paso del tiempo? ¿qué les quedará?...
ResponderEliminarSe lo he dicho, paciente Iria, y ¿sabes lo que me ha contestado Pánfilo? Que de la fealdad no había por qué ocuparse, que el alma solucionaba casi todos los problemas de fealdad. Mujeres embarazadas, ancianos, seres disformes, la misma Bestia del cuento, siempre tenían la posibilidad de embellecer su alma, su interior, aunque su cuerpo fuera, o estuviera, feo o mal formado. Podías ser feo por fuera, pero si te lo currabas, podías ser hermosísimo por dentro. Y luego, para los feos, concluye Pánfilo, el placer de contemplar como el tiempo hacía desfilar inexorablemente ante sus puertas los cadáveres de la belleza de sus enemigos, los guapos. Gracias siempre por tus comentarios.
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