sábado, 6 de noviembre de 2010
Agrupémonos todos en la misa papal, que el género humano se puede salvar
La visita papal es como una gran matrioska aritmética que encierra otras de menor tamaño. Sirve sobre todo para "visualizar" el poder católico. Parece que la bondad de una creencia no se mide por la capacidad de cumplir las sagradas promesas hechas a sus fieles sino por el número de los que creen aún en esas promesas. Galileo dejó en evidencia el mito fundacional del cristianismo: la muerte de Dios en un planeta insignificante y la soberbia de los que la defendían. Pero eso no ha importado mucho. Debe de ser muy importante que los católicos se vean juntos y que los demás los veamos juntos. La gran muñeca papal, brillante y teatral, encierra otras de menos tamaño en ese momento: el Estado que, teóricamente, sirve a todos los ciudadanos de la Nación, pero que no puede ofrecer concentraciones tan numerosas y unánimes. Y que en estas ocasiones se muestra envidioso y cómplice. Y dentro del Estado, muñecas menores, las autonomías afectadas por la visita, y dentro de estas entidades, los que quieren fundar un Estado, que aprovechan la visita para que el Papa rece en su lengua, y proclame la excelencia de una cultura. Y dentro de esas entidades autonómicas, las incómodas muñecas descoloridas de la disidencia que al mostrar su pequeñez proclaman su insignificancia y su excelencia rebelde frente a la masa “manipulada”. El adjetivo más perseguido cuando se producen estos acontecimientos es “todos”. El Estado saca pecho y le habla, machito, al Papa en nombre de “todos” los españoles, y juega a no estar en misa pero sí repicando, para asegurarse los votos de los que entran (católicos) por los votos de los que salen (laicos militantes y no católicos). El Papa saca “masas” y se encara, machito”, con el Estado, en nombre de la mayoría católica de los españoles. En el poder taumatúrgico de la masa, del “todos”, creen hasta los poetas, esos seres febles y alucinados que sólo congregan en sus recitales a 6 o 7 personas. Cesar Vallejo, en el poema “Masa”, concede a la humanidad entera y congregada el poder divino de devolver la vida a los muertos. Pero, una vez reunidos y resucitado el muerto, ¿quién disuelve a “todos”?
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Pues a mi, querido Pablo, esta visita papal, que en principio me pareció un paso más hacia la caverna, en realidad me ha hecho ver la luz. Al contemplar los grupos de jóvenes acampando en la plaza del Obradoiro y llenando los hostales de Santiago y Barcelona he sentido de pronto una llamada. Rápidamente, me he puesto en contacto con dos amigos mios, como yo abiertos de mente, ligeros en las costumbres y de vida disipada en lo afectivo-sexual (lo que antiguamente se conocía por golfos y mujeriegos, vamos)y nos hemos inscrito como voluntarios para la Jornada de la Juventud de este verano en Madrid. A ver, que no se nos malinterprete, no es que queramos aprovecharnos del éxtasis místico, el calor y el previsible hacinamiento para ejercer de lobos esteparios entre tanta cordera del Señor como acudirá a la llamada. No es eso, no, simplemente es que nosotros, como los curas, obispos y Papas también queremos difundir la buena nueva, extender la palabra y sembrar el evangelio. Aunque, a diferencia de aquéllos...nosotros nos aseguraremos de que las corderitas sean mayores de edad. Viva el Papa, vivan los encuentros místicos!!!
ResponderEliminarQuintacolumnista del amor, Corleone.
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