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miércoles, 13 de marzo de 2013

Los oficios más antiguos



Se dice que la prostitución es el oficio más antiguo del mundo. En el Código de Hammurabi, de hace 3700 años, ya se regulaba el derecho a la herencia de las prostitutas. Tan antiguo como la prostitución debe de ser el espionaje. Según la Biblia, el profeta Eliseo trabajó para el servicio de inteligencia hebreo. Utilizando la tecnología de entonces, la infiltración a lo divino, consigue enterarse, con la ayuda de Yahvé, que estaba muy de parte de Israel, de lo que se hablaba en la alcoba del rey de Siria e inmediatamente se lo soplaba al estado mayor del ejército judío que así conseguía adelantarse y desbaratar los planes del sempiterno enemigo siriaco. Parece que mientras que las meretrices vienen cobrando desde siempre, lo único que obtenía Eliseo por su trabajo era la satisfacción del deber cumplido, en beneficio del pueblo elegido. Pero prostitutas y espías han administrado de siempre el secreto de los hombres. Aunque es fama que las mujeres de ese oficio han sido más cuidadosas en la administración de los secretos de los clientes que los espías, al fin y al cabo, es su comer. Pocos clientes tendría la profesional del sexo que fuera por ahí contando los secretos de sus abonados. La prostitución, que fue menester sagrado en algunos pueblos, ha ejercido una cierta atracción sobre la intelectualidad española. Las novelas más importantes de la posguerra suelen albergar un prostíbulo. Y ahora, en la espesa versión de Amar en tiempos revueltos, que emite Antena3, uno de los hilos narrativos está ambientado en una casa de citas. Los poetas modernistas españoles tomaron como modelo, para describir un harén oriental, más los conocidos prostíbulos parisinos de principios del siglo XX que el serrallo del turco Bayaceto. La prostitución y el espionaje no se han visto afectados por la crisis. La feminista Nancy Huston, en su último ensayo Reflejos en el ojo de un hombre (2013),  afirma que la revolución del estatus de la mujer ha venido acompañada “del aumento del consumo masculino de carne pasiva, sumisa y colaboradora […] La versión de la belleza femenina que suelen consumir los hombres es la de la puta”.  Y la necesidad que sienten los políticos catalanes de espiarse los unos a los otros ha dado trabajo a los espías de la agencia Método 3. El espionaje se lo han pagado todos ellos con dinero público porque los detectives, a diferencia de Eliseo, el espía de Dios, sí cobran por su trabajo.