sábado, 15 de noviembre de 2014

El amor no necesita parabólica ni VISA


Sin tener instalada la antena parabólica para ver las redundantes películas porno de Canal Plus, y en esto hay que darle la razón a Monago, a cualquiera, incluso al lloroso presidente de Extremadura, se le pueden ocurrir decenas de posibilidades de comunicarse con los otros y de hacerlos felices y, obtener placer de ellos,  incluso sin desplazarse de su barrio, de su casa de la propia cama, prácticamente sin gastar un duro que es por lo que el sexo está tan mal visto, porque igual satisface a Monago que al mendigo. Porque está la lengua para la oreja, que acosa y lame sin dolor alguno, y deja, en los que tienen la suerte de haber sido tratados por una experta, la sensación de estar invadidos por una legión de ángeles de luz, que hubieran elegido una vía insólita, pero cierta, para rendir —¡tantos!— laberinto tan angosto.
¿Y las manos? Capaces de multiplicar las caricias en un cuerpo abandonado y de abrir varios frentes de ataque. Venciendo suavemente una línea de defensa con el dedo corazón; apoyando, sin hollarla, en otra, el anular; confirmando, y halagando rítmicamente con algún dedo desocupado, la epifanía del cuerpecillo carnoso eréctil. Desenredando, con el meñique, otros caminos poco frecuentados. Hasta que el dulce enemigo, acosado por todos los flancos y desconcertado, sin saber a cuál de ellos acudir para recoger los frutos del ataque que se le hace, dé en un estado tan profundo de advertencia y conocimiento de su propio cuerpo que no haya órgano ni miembro que se sienta desasistido o ausente del homenaje.
¿Y los pies? Tan sueltos y olvidados en algunas lides, andan libres para encontrar acomodo y ocupación en caricias exteriores, asombrando a labios, y contentando a promontorios, milagrosamente enaltecidos por las caricias.
¿Y la conversación? Puede el amante situar el cabeza entre las piernas de la amiga y desde allí, animado por el recuerdo agradecido de tantas visitas y de acogidas tan gloriosas y por la cercanía, entonar los más conmovidos cantos al sexo próximo. Al que verá como diseño perfecto, altísima rosa de simetría o torre de marfil. Rozándolo tan sólo con el aire del habla, mirándolo con el respeto y la melancolía que merecen los portentos que han de perderse inexorablemente. Confesando —y en ese momento será verdad— no haber conocido otro tan nemoroso, tan humedecido, tan pulcro, tan acogedor, tan cómplice.  Y para esto, se lo digo yo a Monago, hasta la VISA empece.

7 comentarios:

  1. Pablo Alcázar en su esencia !Maravilloso! Un abrazo

    ResponderEliminar
  2. Mejor imposible, la escritura de usted, digo.
    La VISA suple al mayor talento...porque para mentir...qué mal se le da al señor Monago.

    Saludos.

    ResponderEliminar
  3. Queridos Antonio, que subidón de autoestima me produce tu comentario, gracias.

    ResponderEliminar
  4. Dianaymas, con lectoras como tú no me voy a controlar y voy a seguir escribiendo, aunque con frecuencia, no lo haga ni medianamente bien. Un saludo afectuoso.

    ResponderEliminar
  5. Muy bueno....
    Hasta el fin justifica los medios....de pago !

    Saludos

    ResponderEliminar
  6. Que las delicias que describes de esa forma tan armoniosa y extraordinaria no se vean conturbadas por quienes más saben de plásticos que de sensuales rosas.

    Gracias y saludos.

    ResponderEliminar
  7. Traindependiente, y ejerciendo la violencia precisa en estos casos de lucha amorosa para que el dulce enemigo no se venga abajo, pero entre en la lid. Gracias, saludos.

    ResponderEliminar