El exilio de la lechuga
Antes de que el FMI dibujara este martes un panorama desolador de nuestra economía, yo ya había decidido “de mi mano”, como Fray Luis de León, “plantar un huerto”, en mi morada, con lechugas, cebolletas, tomates y acelgas, por lo que pueda pasar. No más de 20 plantones. He utilizado compost en lugar de estiércol para presumir de cultivo ecológico. Pronto los gorriones descubrieron mi tesoro y cada día segaban con sus picos los brotes verdes de mis lechugas. Pedí ayuda en la nube y me hablaron de colgar cedés de unas cañas, de tender en torno a la plantación cinta de vídeo e, incluso, un agricultor de verdad, en la vega, me aseguró que rodeándolas con un hilo de lana se conseguían buenos resultados. Ninguno de estos métodos sirvió de nada y, por mi cuenta, cubrí mi plantación con una red que me vendieron en una tienda del Violón que ejerce, también, de ambulatorio de plantas. Mano de santo. Cubiertas por la red, las lechugas comenzaron a crecer con la misma pujanza que, según las “imprevisiones” oficiales, crecerá España en algún momento. Comuniqué mi éxito en la red, y pronto me cayeron broncas, sobre todo de mujeres, por haber dejado a los pájaros sin sustento. Recordé entonces que cuando las mujeres, a mediados del XIX, comienzan escribir de forma sistemática, y firmando lo que escriben con su nombre, hablan mucho de pájaros y de flores, de sentimientos tiernos de madre, de esposa, de enfermera, de cocinera, de jardinera, de ama de llaves, de camarera, de ángel del hogar. Supongo que lo hacían para hacerse perdonar la incursión en el territorio masculino de la escritura y para mostrar que continuarían siendo “decentes” y que no iban a competir con los hombres “en algo tan propio de ellos”. Que se dedicarían sólo a extaer "esencias de mujer”. Rosalía de Castro, se ríe de tanto floripondio y de tanto pájaro en estos versos: “De aquellas que cantan a las palomas y a las flores / todos dicen que tienen alma de mujer, / Pues yo que no las canto, Virgen de la Paloma, / ¡ay!, ¿de qué la tendré?”. Quizá aquellas escritoras viesen alguna similitud entre su destino y el de las aves: anhelando la libertad y prisioneras en sus jaulas domésticas. Me he apresurado a dejar sin la protección de la red a una lechuga. Mis amigas de internet me han alabado la fineza. Una de ellas la ha llamado “La ofrenda de Ceres”. Esta mañana de la lechuga expiatoria no queda, como de nuestra economía, ni un brote verde. ¡Puñeteros gorriones!
Es lo que hay: mujeres y hombres que hacen cosas semejantes. Te recomiendo que huyas de la tentación de convertirte en aquel "horticultor autosuficiente" que todos soñamos, tarea inútil. Si por la red los pájaros no se comen tu cosecha, lo harán los caracoles o las cochinillas y a ellos se los comerán los pájaros, todo como está mandado, no te opongas a la marcha natural de las cosas. Las verduras y las frutas se compran en la Frutería,para no romper el equilibrio y por el bien de todos: ¡Zapatero a tus zapatos!
ResponderEliminar