miércoles, 3 de abril de 2013

Banal catolicismo

Tribuna a la espera de los eventos del día
AL pueblo llano la bondad se le supone. Goza de una cierta bula de irresponsabilidad, como el rey. Su tendencia natural es a ser bueno. Si alguna vez se equivoca, es porque lo engañan, porque alguien lo toma por tonto y se aprovecha de él. El partido menos votado en unas elecciones, pensando ya en las siguientes, la noche del escrutinio se traga las ganas de insultar al buen pueblo y sólo habla de manipulación. Que es la forma que tiene el perdedor de llamar "tontos del culo" a los que no lo votaron. Los enfadados porque durante la semana pasada no han podido salir a una calle resbaladiza, llena de ruido, de olor a "pescaíto" frito y de imágenes -alguna con hechuras de Todo a Cien-, suelen culpar a los curas encasullados que, tras los pasos, hacen de coche escoba de las migajas de "la piedad popular", a los políticos conservadores que después de tanto teatro de calle guay potencian las rancias procesiones y las hacen pasar por el chiquero de las tribunas en las que escenifican su excelencia. Los hay que se asustan por las maniobras militares de algunas procesiones: rifles que vuelan, soldados que van de un lado a otro proclamando que son novios de la muerte, jefes uniformados que caminan detrás de los pasos, luciendo sus medallas conseguidas en acciones humanitarias en el extranjero, donde reparten balas y bombones. Pero pocos responsabilizan al buen pueblo que lleva los pasos ni a los capataces que lo mandan y que, cristianamente, gritan a los costaleros, en las calles estrechas, "que se aparten ellos", refiriéndose al público en general que va a sus quehaceres. Los contrariados por la ocupación de los espacios públicos evocan los viejos fantasmas del nacional-catolicismo, y, perezosos, prefieren no ver la novedad de este sofocante banal-catolicismo. De este paganismo de clase media que ha arrebatado a los señoritos, a los políticos, a los curas y al ejército -hoy meros comparsas de la fiesta- el protagonismo y que impone su religión del disfrute oficiada por elásticos cuerpos juveniles, presentes, también, en procesiones, botellones y jornadas papales. Una clase media que ha impuesto su montaje de los viejos ritos y que, por ahora, acepta procesionar por la carrera oficial pero que, llegado el Dies Irae, arruinada por sus incómodos comparsas de pasarela, la abandonará para hacer estación de penitencia dentro de las catedrales del poder: en bancos, parlamentos y cuarteles.

2 comentarios:

  1. Tu profecía final es inapelable (y sin erratas). Y se me viene a la cabeza el último gran Requiem musicado. el de Britten, cuyo terrible título laiciza, como no podía ser menos, el Dies Irae: Requiem de Guerra.
    Gracias y saludos.

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  2. "Requiem de pasión", eso es lo que yo quería decir. Tejer y destejer. Pasamos siglos inventando historias que nos consuelen del dolor de haber nacido para morir, y luego nos dedicamos, siglos y siglos, a deconstruirlas, a racionalizarlas. ¿Cuando empezará la edad de la razón? ¿Será soportable vivir no sub specie aeternitais, si no aceptando la muerte,bajo la especie del corto tiempo que se nos ha dadod? Jesús, qué cosas se me han ocurrido. Parece que he roto a pensar, de pronto. Gracias y saludos.

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