miércoles, 24 de octubre de 2012

Sin velas, no hay paraíso

Pánfilo, nuestro jubilado  juguetón, no entiende muy bien por qué Pánfila, su novia del twittercon la que intercambia fluidos electrónicos, ha despreciado el bonito discurso erótico-teológico que le envió para mostrarle lo sagrado del placer sexual. A muchas mujeres les habría complacido un homenaje tan encendido. Pánfilo cree que la chica, con la que ha practicado sexo presencial en más de una ocasión, es de ese tipo de mujeres que a la mañana siguiente, tras una noche eróticamente positiva, darían su vida antes de reconocer que su partenaire es un amante competente y, además, se malicia que ella ha estado haciéndose la dura para forzar una boda por la Iglesia. Pánfilo ha aceptado -¡a sus años!-, hacer la primera comunión, pero no está dispuesto a que ella, en pleno altar, rompa a cantar y que lo cuelgue en la red. Para desviar su atención de la ceremonia, y como sabe que ella está leyendo libros de teología escritos por mujeres, le ha regalado una cita de la Biblia en la que una mujer –Judit- critica a los hombres que viven de interpretar la voluntad de Yahvé. Se la envió sin comentario alguno: “Escuchadme, jefes de los vecinos de Betulia. No están bien las palabras que habéis pronunciado hoy ante el pueblo, cuando habéis interpuesto entre  Dios y vosotros un juramento, asegurando que entregaríais la ciudad a nuestros enemigos si en el plazo convenido no os enviaba socorro el Señor. ¿Quiénes sois vosotros para permitiros hoy poner a Dios a prueba y suplantar a Dios entre los hombres?”. Pánfila (que todavía anda algo cabreada porque la diosa que lleva dentro no la deja reconocer cuánto la excitó el discursito erótico-teológico de su novio), la ha pagado con mi amigo al que ha respondido algo desabrida: “Cariño, ¿de qué les ha servido a las mujeres la clarividencia de Judit y su alegato contra los mediadores, si ahora que las mujeres pueden en internet expresarse sin intermediarios  y darle la puntilla al patriarcado, se dedican a contarse cómo transcurre su noche de bodas?”. Pánfilo no sabía que en la red funcionaba un foro de recién casadas que prestan tanta atención a su pareja como a su Mac  y detallan, entre escaramuza y escaramuza, para todas las conectadas, hasta el último chisporroteo de los cirios que rodean el jacuzzi. “Bueno”, pensó en contestarle,”también existe la web francesa, de feminismo lúcido y militante, de Les Pénélopes”, pero al final  sólo le ha comentado: “Querida, creía que lo sabías: las novias ya no adornan su cama con la colcha de seda de sus abuelas, prefieren la parafina, porque sin velas no hay paraíso”.

2 comentarios:

  1. Sin velas no hay paraíso… curiosa esa necesidad de compartir la intimidad… “zona espiritual íntima…” interpretada por uno mismo… y expuesta al público desconocido…

    Y me pregunto ¿Nos conocemos tan bien o es que, acaso, nos tenemos tanto miedo a nosotros, a nuestra intimidad, que hacernos públicos nos libera?

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  2. Pontifico (como ya no doy clase, Ana Maria, las lecciones las cuelgo aquí, con lo que consigo espantar a todo el mundo): la intimidad, no es la administración que uno hace de las fronteras del cuerpo/alma, sino lo inefable, lo que uno no dice de sí mismo. En cuanto que lo muestras, o lo verbalizas, se pasa al escalón de lo privado, que es lo íntimo contado o mostrado. Bueno, esta observación, al no ser yo un próxemico de carrera, linda con la gilipollez más insigne. Pero, amiga mía,la dejo aquí consignada para reírme de mi mismo o para refinarla más tarde. Gracias por tu comentario y un beso.

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