jueves, 11 de octubre de 2012

Menudencias

Para Juan Vida, un referente
A veces, uno tiene que volver a su orígenes y por mucho que yo hable de blogs, de whats'app y detwitter, soy un hombre del Libro. Me he adaptado como he podido, pero mis referentes siguen siendo librescos: Homero, la Biblia, Tito Livio, Montaigne, Marcial Lafuente Estefanía, E.L. James, la autora deLas cincuenta sombras de Greybestseller del verano -creo que ha vendido sólo en España, 800.000 ejemplares-, Celine… Leyendo el prólogo de El Quijote y la Carta al lector de los Ensayos de Montaigne, me ha entrado la duda de cuál de los dos autores está más pagado de sí mismo. Porque, en principio, ambos usan artilugios de humildad que disimulan el buen concepto que tienen de su inteligencia. Cervantes afirma que El Quijote no puede ser mejor de lo que es porque él, su padre, tiene un ingenio estéril y mal cultivado. Montaigne, por su parte, nos informa de que, al ser él mismo la materia de su libro, no es razonable que el lector emplee su tiempo en asunto tan frívolo y tan vano. Pero ambos, en estos dos prodigiosos pórticos de la modernidad, soslayan el caduco mundo de referencias clásicas o bíblicas en el que se apoyaban los autores acogidos al mecenazgo o protección de un noble. Parece que ambos han advertido que la imprenta libera al escritor de los antiguos lazos del mecenazgo y le permite vivir de la venta de sus obras. Ahora, tendrá que discutir con los libreros por los derechos de autor, no pedir limosna o amparo a un señor. Cervantes ve innecesario llenar su prólogo de avales, poemas y anotaciones de otros autores "para que digan lo que yo me sé decir sin ellos". Por su parte, Montaigne, en su Carta, se niega, asimismo, a adornar sus ensayos con "bellezas postizas" y confiesa que, de ser pintor, le hubiera gustado muchísimo pintarse todo entero y del todo desnudo. Solos ante el peligro, desnudos frente al juicio de aquel antiguo legislador que llaman público. Humildes, en apariencia, pero realmente orgullosos de su singularidad, no resulta fácil saber cuál de ellos tenía un más alto concepto de su persona. No es que estas menudencias filológicas tengan la menor importancia, cuando aún no sabemos si la final de La Champions la jugarán dos equipos españoles, pero un escrito de una alumna de 2º de la ESO ha despertado en mí la ilusión de que, dispersos, casi irreconocibles, en nuestro imaginario colectivo, todavía sobrenadan pecios de los viejos referentes librescos; este comienzo de la redacción escolar de la chica me ha recordado al del Quijote: "En un lugar muy lejano, pero que muy lejano, existe un planeta de cuyo nombre no quiero, o no puedo, acordarme". Algo es algo.

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