jueves, 10 de mayo de 2012

No siempre llegan cartas

LA decepción que habrán experimentado la semana pasada los políticos granadinos que esperaban una llamada de Griñán o un email o una carta ofreciéndoles una consejería me la imagino muy parecida a la que describe Pauline Gouvres-Dives, alter ego literario de Marcel Proust, en la narración Las melancólicas vacaciones de Mme. Breyves: "El momento más esperado del día", le cuenta Pauline a su confesor, "es aquel en el que -una enamorada- recibe las cartas que esperaba y también aquellas que no esperaba. Incluso si las cartas que desearía recibir, no las puede recibir, si el que podría escribirlas no sabe que a ella le gustaría recibirlas, ni aun quién es ella, esas cartas las espera pese a todo". 

La semana pasada, los peregrinitos del poder, los que difícilmente pueden sobrevivir sin él (incluso materialmente, porque no tienen oficio ni beneficio o porque están en el paro) se cansaron de abrir el buzón del correo de su casa o de su ordenador y vigilaron inútilmente cualquier señal de vida, la más leve vibración de su móvil por si llegaba el mensaje que esperaban. Maldijeron a los que abruman los buzones de emails con presentaciones fotográficas de Venecia, acompañadas de músicas y textos que llegan al corazón, pero que no contienen ni una palabra de afecto o de calor del remitente. La angustia de la espera les hizo contraer un odio sin fisuras contra los -ahora impertinentes- powerpoints y contra los chistes sobre Rajoy o Aguirre que antes celebraban. Cancelaron sus cuentas de Facebook, para "matar los rumores de aquella esquina" y porque ya no les causaba gozo (a ellos, republicanos de toda la vida) ni siquiera leer que "A Borbón que caza, bala de plata" o las soflamas de socialistas jacobinos -contrarios a la aplicación de la pena de muerte a homínidos, a elefantes y a colibríes- pero que, tras las aventuras del Rey en África, vienen proponiendo en la red la erección de una guillotina (¡YA!) en la Plaza de Oriente. 

Pendientes de una llamada, no han podido votar para que se emascule al obispo de Alcalá ni han podido firmar en la página web de los que quieren convertir el Valle de los Caídos en un taller de teatro de calle y de bailes provinciales. Sus compañeros de chat los han echado de menos. Ahora que no han sido llamados, se consuelan, por haberse librado de tener que decir que no a todas las peticiones, a todas las exigencias familiares y de partido. Ser consejero en tiempos de escasez, sin tener nada que repartir, ni un puesto de libre designación ni una comisión de servicio ni un ERE, no gusta. Salvo que seas de IU.

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