jueves, 21 de julio de 2011

Falangismo laico

EL pasado 18 de julio, el PP granadino todavía no había renunciado a exhibir parte de su herencia, el monumento a José Antonio, en la Plaza de Bibataubín. La obra, de 1973, contiene elementos laicos, heterodoxos, alejados de los ritos fundacionales falangistas. Su autor, López Burgos, respetó el espíritu de compactación y afluencia de los totalitarismos, sin llegar a la eficacia y al descaro del documental El triunfo de la voluntad, obra "de nazis, para nazis, sobre nazis", según su realizadora, la alemana Leni Riefenstah. Esta cinta de 1935 es una pieza canónica de propaganda en la que miles de personas actúan en desfiles y concentraciones con la precisión y la eficacia de un puño unánime a punto de ser injertado en el brazo de Hitler, listo para golpear al enemigo como un martillo. En la escultura de López Burgos, las manos que parecen soltar palomas -y lo que sueltan es un águila- también están anudadas, pero la fortaleza que transmiten carece de la contundencia de las imágenes de la Riefenstah. No son ya los símbolos inaugurales, sino su adaptación a los tiempos. En 1973, el falangismo español había aflojado su tensión original, después de más de treinta años sirviendo de masilla al conglomerado ideológico de la dictadura y López Burgos no se atrevió a esculpir brazos saludando a la romana, pero en un inteligente acto de travestismo, son las alas de la rapaz las que saludan "en fascismo", como diría el profesor Fortes, capo di scuola local de la Filología de la Liberación. 

El laicismo, como negación, olvido o simple remodelación de los sagrados ritos inaugurales, también se manifiesta cuando el 20N un joven falangista desde el pedestal de la escultura de López Burgos, grita "Viva España", en lugar del litúrgico "Arriba España" del fundador. El hipotecariado -clase a la que quizá pertenezca el joven escalador de monumentos- ha desleído todas las mediaciones, menos la del banco al que debe la hipoteca y ha sustraído los símbolos de las viejas religiones y procesiona, sin pudor, con ellos. A las mediaciones tradicionales casi no se las "visualiza". Y si se dejan ver, peor para ellas: los jueces descalificados, los Reyes abucheados, si no quemados en efigie, el himno nacional silbado, los militares de paisano, obligados a prescindir de sus vistosos uniformes de gala, los obispos, extras de sus propias ceremonias, sobreactuando en busca de un poquito de protagonismo, sin atreverse todavía a ir a la Noria, como hacen ya los políticos, a sentarse con Belén Esteban, reina laica del hipotecariado, y con sus camareras, las furias de Tele5.

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