lunes, 30 de agosto de 2010
domingo, 29 de agosto de 2010
Con las "Inés Rosales" por bandera

(Foto de Irene Alcázar)
Camomila, buscando el mejor arreglo entre discrepantes y la desaparición de motivos de enfrentamiento y roce entre españoles, ha decidido promover la eliminación del toro de Osborne de la enseña nacional y de algunos oteros cercanos a las autovías y autopistas españolas y su sustitución por imágenes o/y iconos de tamaño adecuado, según el soporte y el lugar, de las conocidísimas tortas Inés Rosales (la foto de arriba ha sido tomada hace unos días en un market de la Central Station de Nueva York), fabricadas por una empresa sevillana en Castilleja de la Cuesta. Las tortas no contienen ningún ingrediente de origen animal, lo que facilitaría mucho la operación de trueque.
sábado, 28 de agosto de 2010
Más, menos, igual
A la estupidez cateta de algunos políticos que disfrutan metiéndose con la gente del pueblo de al lado, burlándose de su manera de hablar o achacándole algún defecto congénito, casi siempre responde un natural de ese pueblo defendiéndose de las ofensas con tópicos parecidos. Si un político madrileño se mete con los andaluces, inmediatamente tendrá en frente a un andaluz que afirmará que “el pueblo andaluz además de laborioso y formal es el pueblo más antiguo de la Península”. El asunto deriva en una batalla de lugares comunes. Me atrevo a añadir alguno más a la lista; por ejemplo: el ser humano es complejo. O bien, el tópico contrario: el ser humano, que es muy elemental, trabaja y se mueve principalmente alrededor de conceptos como "más”, “menos”, “igual". El pueblo más antiguo supone que hay pueblos menos antiguos y que hay pueblos igual de antiguos. También suele haber alguien que aleja meando más que los demás y, por lo visto, alejar meando más que los otros, a parte de ser cosa de hombres, es bueno. También supone que el concepto "pueblo" ha existido siempre. Que los turdetanos eran un pueblo, que ellos lo sabían y que actuaban como tal pueblo turdetano. Más o menos como las piedras milenarias. ¿Hay piedras que tengan menos de mil años? ¿Lo saben ellas? ¿Les importa? ¿Ha habido en la Historia de la Humanidad algún individuo que no haya pertenecido a algún pueblo milenario? ¿Hay pueblos milenarios? ¿Hay pueblos? ¿Te rebajan algo en el Mercadona por pertenecer al pueblo más antiguo? ¿Estará de acuerdo mi psicólogo en que yo reciba regalos de una gran superficie sin haber hecho nada para obtenerlos, simplemente por pertenecer a un pueblo determinado? ¿No me dará esto una visión distorsionada de la realidad y me hará más difícil, de lo que ya me resulta, circular por la vida social? Más que tú, menos que yo, igual que yo. Simpleza, complejidad.
miércoles, 25 de agosto de 2010
La gallina del abuelo de oro
Ayer, después de escribir el post "El bloguero no tiene quien le escriba la vida", me puse a buscar como loco un cronista que se encargara de contar la mía. Todos los que contacté me han pedido referencias: hechos hazañosos, apariciones en "Sálvame, si tienes riles", veces que le he dado la mano al Rey, novias que se hayan suicidado por mi causa... Nada de eso consta en mi magra biografía. Recordé lo que me dijo mi nieta cuando empecé a escribir la parte de mis memorias en la que contaba mi relación con ella: "Abuelo, ¿tú no eres famoso, verdad? No te he visto nunca en La Noria". Suspendí inmediatamente la redacción de esa parte de mi vida, pese a haberle encontrado un título que hubiese vendido muy bien. Como para relacionarme con la niña, cosa que no fue fácil al principio, tuve que recurrir a una gallina que nos presentara y nos sirviera de tema de conversación, había pensado titular mis confesiones, "La gallina del abuelo de oro". A mi nieta no le gustaba nada este título, porque prefería, y con razón, el de "Carlota", que es como ella había bautizado al animal. ..
Bueno, dejemos a Carlota y volvamos a lo nuestro. Tres posibles cronistas de mi vida han contestado que no, que no hay materia. Un cuarto, posiblemente en paro, me ha aconsejado que hable con el padre agustino que le ha llevado el proceso de beatificación a fray Leopoldo de Alpandeire, a ver si se puede inventar algo, milagro incluido, que me lleve a los altares de la fama y que luego seguiremos hablando. En eso hemos quedado.
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martes, 24 de agosto de 2010
El bloguero no tiene quien le escriba la vida
Y la verdad es que hay vidas de blogueros que no carecen de interés. Acabo de leer un post en el que el autor informa de varios portentos: que ha oído hablar de mampostería, que ha tenido una niñera analfabeta, pero henchida de sabiduría popular y algún ex-alumno que ha llegado a catedrático universitario de Arqueología; también notifica que se considera un ciudadano medianamente instruido y de que es poco dado a comulgar con ruedas de molino. No le vendría mal a este bloguero disponer también de un cronista que fuese anotando estos prodigios. En la Edad Media, los nobles analfabetos dejaban en el testamento el encargo a sus herederos de que contrataran un cronista que les escribiera la vida. Los cronistas, a sueldo, solían exagerar, para agradar a sus señores, y más que historiadores, eran hagiógrafos. Es raro encontrar a uno escrupuloso y veraz. La invención de la imprenta y la progresiva desaparición del analfabetismo y de la nobleza, permitió, a todo el que quiso, ser cronista de su propia vida, porque si no lo hacía él, lo más probable es que no encontrara a nadie que se la escribiera. Y nació la novela en la que los escritores cuentan sus propias vidas aunque parezca que cuentan las de otros. El Internet, con los blog, anima a los usuarios de las redes sociales a contar sus vidas. En los post, el deseo de decir bien de uno mismo -por lo del instinto de conservación- tendría que aparecer tamizado por el pudor ( de nobis ipsis silemus [de nosotros mismos, mejor no hablar], recomendaba Kant), y si no hay más remedio que hacerlo, habría que atemperar los excesos laudatorios, recurriendo a la captatio benevolentiae, es decir, a ganarse la benevolencia de los posibles lectores poniéndose uno mismo a parir, para merecer su perdón por el atrevimiento que supone hablar bien de uno mismo o simplemente por la arrogancia de hablar de sí, bien mal, como si lo que se cuenta pudiera tener algún interés para los otros. Estoy convencido que el autor de la entrada que vengo comentando, tiene todo lo que dice tener, pero le falta un cronista que, sin exagerar, deje constancia de su rica biografía. Al tener que hacerlo él, sin persona interpuesta, la ha oscurecido, si es que no la ha podado de datos imprescindibles, y es una lástima porque se adivina detrás de sus humildes palabras una excelencia balbuciente y ejemplar que sólo espera a quién sepa contarla, sin complejos ni limitaciones.
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Contar la propia vida captatio benevolentiae
sábado, 21 de agosto de 2010
Internet, la cuarta herida narcisista
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Enredada. La Hiladora, foto de Eugene Smith(1954) |
A los enredados , a los que disfrutan de las redes sociales -y quedan fuera de este privilegio más mujeres que hombres y muchísimos más pobres que ricos-, Internet les puede hacer creer que son omniscientes como el mismísimo Dios. Esta prerrogativa, junto con la de arreglárselas bien solo, que también se le atribuye a Dios, y el privilegio de poder comer todos los días, o el de no necesitar comida para ir tirando, es de las más envidiadas por aquí abajo, casi tanto como la inmortalidad que se le supone al Altísimo, característica ésta última que desde luego ofrece a largo plazo, si nos paramos a pensar, más inconvenientes que ventajas. Porque Internet es, entre otras muchas cosas, una base inabarcable de datos y la vida humana es tan corta que ni aun conectándonos a la red nada más desconectarnos del cordón umbilical, tendríamos tiempo para abarcar una mínima parte de su sofocante riqueza. Tocar la omnisciencia y topar con nuestros límites, esta es la última herida narcisista que ha dañado al animal humano, no menos dolorosa que la que le infligió la Ciencia cuando descubrió que las especies antecesoras de gibones, gorilas, orangutanes y chimpancés estuvieron conectadas familiarmente con la especie de la que procede el homo sapiens. En algunas escuelas de Estados Unidos todavía no se han repuesto y siguen recurriendo a la alfarería para explicar el misterio de la vida humana.
miércoles, 18 de agosto de 2010
Aznar cruza el Estrecho
El padre de Pánfilo disfrazado de morito rifeño
Si Aznar quería respirar aire de colonia, mejor que en Melilla, debería de haber desembarcado en Chauen, por ejemplo. Allí las casas, las calles, son como las de la Almuñécar de los años 20 o las de algunos pueblos del Peloponeso donde los cables de la luz todavía están pegados a las paredes con grapas y los interruptores son como molinillos de pimienta. En Melilla hay demasiado cosmopolitismo y ya quedan pocas pastelerías con moscas devorando la miel de los pasteles morunos. Pocas cosas recuerdan en la ciudad al Protectorado. No todo el mundo se acostumbra a vivir sin moritos, sin negritos, sin chinitos y sin dos cojones. Y cada cierto tiempo hay que cruzar el Estrecho y tomar alguna plaza. Que la paz es muy poco pedagógica y en ella no hay manera de meter a los jóvenes en cintura. No hay como una buena guerra para poner a la población suave. Sin soberbias ni derechos humanos.Y si es con los moros mejor, que ahí si tenemos hoja de ruta. Como decía el padre de Pánfilo, cada cinco años un palito al moro que si no, se crece.
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