Antonio Muñoz Molina en su última novela No te veré morir y Gil de Biedma en su poema Contra Jaime Gil de Biedma dan a entender que en cada uno de nosotros habitan dos yos, al menos. Muñoz escribe que el protagonista Gabriel Aristu solía presentarse ante los demás como un personaje tan elaborado, tan convincente, que el mismo Gabriel acababa confundiéndolo con su verdadera identidad. A Gil de Biedma le desazona mucho el otro Gil de Biedma que lo habita. Y sin embargo Paolo Collejo, el alter ego de mi amigo Pánfilo, en su último libro de autoayuda para adolescentes, les aconseja que procuren ser ellos mismos, con un yohecho, cuando todavía no han terminado de encajar ni un 2,5% de las piezas del puzzle de sus vidas. Los conquistadores de América llegan al Nuevo Mundo huyendo de sí mismos, de un yo menesteroso. Quieren desprenderse, como los lagartos y los cocodrilos, de una piel opresora. No volver –así en el Canto General de Neruda- al juez y al cura, a los inquisidores de Castilla. Ni a los piojos ni al látigo feudal ni al calabozo de las galeras ni a la peste. También la incontable legión de los pobres del mundo, de los marginados, de los discriminados, de los pisoteados por la historia y sus desastres quieren llegar a una tierra prometida, en la que no existan privilegios de razas, desexos, de herencias, de patrias. Todos por igual. Mientras que nacionalistas y patrioteros de toda laya, hijos de buenas familias, reyes, altos cargos de la administración del estado, blindados por leyes mordaza, CEOS de la AI,diputados aforados, magistrados caducados, catedráticos, generales y almirantes, se niegan a empezar de reclutas, a compartir sus exclusivas patrias con los ciudadanos. A partir de cero. No quieren repartir la leche de la vaca patriay se aferran a su teta de por vida. Con sus privilegios. Con sus hinchadas cuentas corrientes, sus innumerables pisos turísticos, sus dilatadas extensiones de tierra, robadas al trigo, al olivo y al pinar, para apelmazarlas del hormigón inmobiliario, tras pagar sustanciosas comisiones. Ellos han completado el puzzle de sus existencias, han encajado todas las piezas, han fundido su yo teatral y su yo íntimo. Son ellos mismos. Y están contentos. Pero no deben de extrañarse de que los que no se encuentran tan bien situados reclamen un puzzle nuevo.
miércoles, 13 de septiembre de 2023
Cambiar de puzzle
Antonio Muñoz Molina en su última novela No te veré morir y Gil de Biedma en su poema Contra Jaime Gil de Biedma dan a entender que en cada uno de nosotros habitan dos yos, al menos. Muñoz escribe que el protagonista Gabriel Aristu solía presentarse ante los demás como un personaje tan elaborado, tan convincente, que el mismo Gabriel acababa confundiéndolo con su verdadera identidad. A Gil de Biedma le desazona mucho el otro Gil de Biedma que lo habita. Y sin embargo Paolo Collejo, el alter ego de mi amigo Pánfilo, en su último libro de autoayuda para adolescentes, les aconseja que procuren ser ellos mismos, con un yohecho, cuando todavía no han terminado de encajar ni un 2,5% de las piezas del puzzle de sus vidas. Los conquistadores de América llegan al Nuevo Mundo huyendo de sí mismos, de un yo menesteroso. Quieren desprenderse, como los lagartos y los cocodrilos, de una piel opresora. No volver –así en el Canto General de Neruda- al juez y al cura, a los inquisidores de Castilla. Ni a los piojos ni al látigo feudal ni al calabozo de las galeras ni a la peste. También la incontable legión de los pobres del mundo, de los marginados, de los discriminados, de los pisoteados por la historia y sus desastres quieren llegar a una tierra prometida, en la que no existan privilegios de razas, desexos, de herencias, de patrias. Todos por igual. Mientras que nacionalistas y patrioteros de toda laya, hijos de buenas familias, reyes, altos cargos de la administración del estado, blindados por leyes mordaza, CEOS de la AI,diputados aforados, magistrados caducados, catedráticos, generales y almirantes, se niegan a empezar de reclutas, a compartir sus exclusivas patrias con los ciudadanos. A partir de cero. No quieren repartir la leche de la vaca patriay se aferran a su teta de por vida. Con sus privilegios. Con sus hinchadas cuentas corrientes, sus innumerables pisos turísticos, sus dilatadas extensiones de tierra, robadas al trigo, al olivo y al pinar, para apelmazarlas del hormigón inmobiliario, tras pagar sustanciosas comisiones. Ellos han completado el puzzle de sus existencias, han encajado todas las piezas, han fundido su yo teatral y su yo íntimo. Son ellos mismos. Y están contentos. Pero no deben de extrañarse de que los que no se encuentran tan bien situados reclamen un puzzle nuevo.
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