
En el principio, el silencio se vio roto por los gestos, el grito, los chillidos,las miradas, los tics, los cuerpos que hablaban y callaban. Y apareció el lenguaje, el parloteo. Después, la escritura de los albaranes de piedra de los almacenes mesopotámicos, luego, los libros que hablaban de guerras y de dioses, del resplandor de vidas sucias y ensangrentadas, de hambre belicosa e insatisfecha, de divinidades que siempre disponían de un costillar de buey que asar en sus barbacoas. Dioses imaginarios que disponían de todo lo que los hombres echaban en falta. En la lucha por la verdad del libro murieron muchos. Decapitados. Quemados, misericordiosamente empalados, atufados por el humo de su carne chamuscada. Los verdugos se los enviaban a sus dioses medio hechos, a la espera sólo de un vuelta y vuelta. Porque los hombres, lo repito, gustaban de imitar a los dioses que habían inventado y a sus barbacoas inacabables. Luego la imprenta hizo imposible la existencia de un solo libro. El gremio de libreros, que también dispone de dioses, se hubiera quejado del exterminio de los impresos. El libro comenzó a proporcionar muchos puestos de trabajo. Todas las industrias, hasta las más tóxicas, se justifican porque dan de comer a muchos hogares. Ya no estuvo toda la sabiduría en un libro, sino en muchos. Todo está en los libros, coincidieron en ese momento todos los que vivían de ellos, desde el predicador al encuadernador, desde el maestro al ilustrador y al miniaturista. Cualquier respuesta estaba en ellos. Hasta que Dylan, la encontró en el viento. En la nube, en el internet, en la red. Ahora nada está ya en los libros, ni en los parlamento, ni en las universidades ni en la Fundación Camilo José Cela, ni en la encíclicas papales. Ni en El Capilal ni en Mein Kampf
. Ahora todo está en los twits. Del silencio de las sociedades sin lenguaje, sin escritura, a los 140 caracteres de un twit. De silencio al silencio. Como somos tantos y la tecnología nos ha dado la voz a todos,sólo tenemos derecho a 140 caracteres. En competencia con los 140 caracteres de los otros miles de millones de criaturas conectados a la red. Nada. Del silencio al silencio. Nada. Se ha cumplido el deseo de los que redactaron la letra de la Internacional: Ni en dioses, reyes ni tribunos,está el supremo salvador... Porque los 140 caracteres no dan nada más que para un reinado de pocas milésimas de segundo. Silencio.
Muy bueno.
ResponderEliminarGracias, amiga. Un beso grande
ResponderEliminarUn artículo magistral !
ResponderEliminarSaludos
Mark de Zabaleta, muchísimas gracias por tu valoración. Un saludo cordial.
ResponderEliminarGenial!
ResponderEliminarSaludos