Cervantes igual sirve para un roto que para un descosío. En junio de 1936, pocos días antes de que estallara la Guerra Civil, en la revista LECTURAS, la escritora Pilar de Plasencia se queja de la muerte de los caballeros. El 18 de Julio del 36, los añorados paladines de la reacción volvieron para salvarla a ella, a su Dulcinea, robada a Cervantes, y a la caverna de la "gente", como se dice ahora:
"Ya no brillan sus aceros
en la tierra castellana
y abusando de su fueros
los pecheros,
¡malandrines
y follones!,
para sus instintos ruines
sólo buscan los doblones"
Esa escritora lo que quería era follones (ahora se dice folladores) a sus pechos.
ResponderEliminarGracias y saludos.
Realmente curioso...
ResponderEliminarSaludos