miércoles, 17 de junio de 2015

Fuera de contexto

Leo en un diccionario que contexto  es el entorno físico o de situación, ya sea político, histórico, cultural o de cualquier otra índole, en el cual se considera –y se explica- un hecho.
Penélope acosada por los pretendiente
Si se pierde de vista el contexto en que se producen los hechos, se están descontextualizando y, para entenderlos, habrá que proceder a contextualizarlos, es decir, a situarlos de nuevo en su contexto. Contextualizar y descontextualizar son dos operaciones muy corrientes desde que se inventó la escritura y, autores anónimos, dispersos en el espacio y en el tiempo, trasladaron a los Grandes Libros las leyendas y saberes que se habían forjado durante miles de años de oralidad, sin escritura. No todo el mundo está seguro de que existiera Homero, el supuesto redactor de la Odisea y la Ilíada, ni de que la Biblia  la escribiese Yahveh de una sentada. El Corán fue escrito utilizando las notas que los discípulos de Mahoma recogieron de sus predicaciones en hojas de palma y huesos de animales. La operación de pasar todo el material de transmisión oral, desde que se inventó el lenguaje hasta que se inventó la escritura, supone una descontextualización notable. Sobre todo cuando se quiere que aparezca escrito por una sola mano o inspirado por una sola mente. Si asistes a una boda, alguien te lee una epístola de San Pablo, en la que se habla del amor, como si hubiera sido escrita por el apóstol cinco minutos antes para los contrayentes. Un hombre encorbatado, con una fea sortija en su mano derecha, explica en la televisión un versículo de la Biblia como si hubiera sido escrito media hora antes especialmente para los que le escuchan en ese momento. “Dice Mahoma, dice Yahveh, dice Homero”… Autores desconocidos, que escribieron en contextos lejanos, recogiendo leyendas dispersas, inventadas durante miles de años, son a diario contextualizados y descontextualizados para ofrecerlos como muñidores de las verdades eternas que dan sentido al deambular de este rebaño desnortado, de origen incierto, que es la humanidad. De contextualizar y descontextualizar esas supuestas verdades, esos hechos ocurridos supuestamente hace miles de años,  han vivido los santos padres, los misioneros, los ulemas, los profesores, los exégetas, los predicadores, los vendedores de biblias, los vendedores de libros. También los políticos. Cuando alguno mete la pata y por su boca salen barbaridades que en un momento dado le echan en cara sus adversarios, su primera línea de defensa consiste en afirmar que sus palabras, o sus hechos, han sido sacados de su contexto e, inmediatamente, procede a ordenarlas, según su interés, en un discurso tan coherente, tan verdadero, tan lineal, tan verificable como el del Corán, el de la Biblia o el de la Ilíada. Nada nuevo. Todavía vivimos en tiempo de leyendas. Contextualizando y descontextualizando constantemente.

4 comentarios:

  1. Muy bien dicho...

    ¡En su contexto!

    Saludos

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  2. Gracias, amigo Mark de Zabaleta, por la atención que presta a este blog. Un saludo cordial

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  3. Así es y así será. La leyenda sigue viva. La ahora premiada Wikipedia no es más que la leyenda del conocimiento sin autor identificable, como toda buena leyenda que se precie.

    Gracias y saludos.

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