miércoles, 25 de diciembre de 2013

El Poder, enrabietado

El místico Miguel de Molinos
El Poder, ahora en manos del PP, está enrabietado. Y arremete contra todo. Primero, como es habitual, contra las mujeres con menos recursos económicos que tendrán que volver a los sofisticados métodos de antaño para abortar. En tierra de vino: arrojarse desde lo alto de un barril de amontillaopara ehfaratá  (desbaratar) al ‘nasciturus’, por ejemplo; porque las mujeres seguirán abortando: las que dispongan de recursos, en clínicas impolutas de acá o de allá; y las que no, como puedan. En ciertos asuntos, las mujeres no hacen caso ni de curas ni de los gallardones ambiciosos que se sueñan presidentes gracias a los votos ultras. Hay un momento en que se plantan y las creyentes mandan a paseo a los curas. Se las oye decir, “yo creo en Dios, pero no en los curas”; a partir de ese momento, como los místicos, deciden relacionarse directamente con su dios y seguir acudiendo a los templos. Y las no creyentes, aun pasando de catecismos,  seguirán celebrando todo lo que haya que celebrar en las iglesias. Se casarán en ellas, serán despedidas en ellas, en la hora del tránsito final,  llevarán a sus hijos a las iglesias para que hagan la comunión y se los confirmen; harán de damitas de honor en las bodas de sus amigas, les cantarán a sus novios, acompañadas de coros rocieros, que los quieren mucho, contentas de retirar de la calle a un macho itinerante y trotamundos. Porque hay algo de decoroso, de cándido, de perfumado en el ámbito milenario de las iglesias. Y hay en ellas un culto a la palabra, al lenguaje, a las  prosodias dopantes de las letanías, del salmo y de los rosarios que ha seducido de siempre a la mujer. Sherezade, cuando llegó de Oriente, se refugió en el sagrado de las basílicas, escudada en el lenguaje, en las leyendas, en los cuentos piadosos, para protegerse momentáneamente del tajo embrutecedor de lo cotidiano o del cerco indesmayable del deseo del hombre. Pero el Poder, que ya no se atreve a salir a la calle -y menos cuando la subida de la electricidad  las llene de gente que huya del frío de sus casas-, y que tiene los despachos ocupados por los jueces, no sabe ya dónde meterse. Y, endemoniado, el Poder arremete contra manifestantes pacíficos que le arrojan a la cara los huevos podridos que engüeró en sus miserables operaciones de enriquecimiento propio y empobrecimiento ajeno. En su delirio, inventa multas, penas, delitos para quitarse de la cara el pegajoso escupitinajo de la denuncia y el desprecio públicos. 

1 comentario:

  1. "En el principio era el Verbo" y... ¿qué otra cosa es el verbo sino la mujer? Se olvidan o se maquillan los principios en pro del voto de hierro, demasiado pesado para sostener la levedad de la vida.
    Gracias y saludos.

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