PÁNFILO llevaba unos meses guisando. Aprovechó que su mujer se había apuntado por las mañanas a un curso de griego moderno y a un taller literario de décimas espinelas, para invadir el perfumado reino de las cocinas. Había conseguido, gracias a Arguiñano y a la Thermomix, guisar unas lentejas comestibles y un bizcocho que gozó de cierto éxito en los postres familiares. Finalizados los cursos, Pánfilo ha sido expulsado de la cocina, ha vuelto a la red y no ha tardado en dejar un comentario confuso sobre la cultura y las emociones en Almas bellas, una de mis entradas, en la que recogí manifestaciones racistas de Weber, el padre de la sociología, hechas en su visita de 1904 a Missouri. Me comenta Pánfilo que el sociólogo alemán, dueño sin duda de un alma blanca y bella, era incapaz de emocionarse ante un cuadro y que el placer que experimentaba mirándolo era puramente intelectual. O sea, de especialista, de entomólogo, de relojero al que le han llevado las piezas de un Omega mecánico, metidas en un sobre, después de que el menor de la casa lo desarmara con saña, en busca del tiempo escondido, y que disfruta armándolo con horas de trabajo, paciencia y sabiduría. No he entendido muy bien el comentario de este jubilado pegajoso.
Lo que sí me ha hecho gracia ha sido la respuesta que Pánfilo le ha dado al sutil Trasindependiente, un bloguero irónico y generoso que también comenta mis entradas. Como Weber le niega el alma a los negros, y los trata casi de animales, Trasindependiente había glosado: "Pero, Pablo, ¿cómo va a conseguir tener un alma bella un tío más oscuro que la pez? Si es que no te fijas en las evidencias. Me parece a mí que tanta lectura te ha estropeao (sic). Gracias y saludos". Mi jubilado de guardia le ha contestado: "Trasindependiente, en la web de cine Filmaffinity, se resume el argumento de la película El negro que tenía el alma blanca de esta manera: 'Madrid, 1907. La llegada a la capital del famoso cantante y bailarín Peter Wald es un acontecimiento. Se presenta en el Teatro del Sainete y su éxito es apoteósico. Tan solo Emma se muestra fría y distante. Le genera rechazo por ser negro. Peter se ha quedado sin pareja de baile y le ofrece la oportunidad de triunfar a su lado, se ha enamorado de ella. A pesar de todas las atenciones, los prejuicios crearán una barrera insalvable'. Desde luego el que le puso el título a la película está de acuerdo contigo, Trasindependiente: hasta ahora, las almas bellas habían de ser necesariamente blancas, aunque después de la Copa de Europa, quizá algunas comiencen a ser rojas".
Lo que sí me ha hecho gracia ha sido la respuesta que Pánfilo le ha dado al sutil Trasindependiente, un bloguero irónico y generoso que también comenta mis entradas. Como Weber le niega el alma a los negros, y los trata casi de animales, Trasindependiente había glosado: "Pero, Pablo, ¿cómo va a conseguir tener un alma bella un tío más oscuro que la pez? Si es que no te fijas en las evidencias. Me parece a mí que tanta lectura te ha estropeao (sic). Gracias y saludos". Mi jubilado de guardia le ha contestado: "Trasindependiente, en la web de cine Filmaffinity, se resume el argumento de la película El negro que tenía el alma blanca de esta manera: 'Madrid, 1907. La llegada a la capital del famoso cantante y bailarín Peter Wald es un acontecimiento. Se presenta en el Teatro del Sainete y su éxito es apoteósico. Tan solo Emma se muestra fría y distante. Le genera rechazo por ser negro. Peter se ha quedado sin pareja de baile y le ofrece la oportunidad de triunfar a su lado, se ha enamorado de ella. A pesar de todas las atenciones, los prejuicios crearán una barrera insalvable'. Desde luego el que le puso el título a la película está de acuerdo contigo, Trasindependiente: hasta ahora, las almas bellas habían de ser necesariamente blancas, aunque después de la Copa de Europa, quizá algunas comiencen a ser rojas".
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