miércoles, 13 de abril de 2011

Aulas de excelencia

Educar es decir que no. Ha sido muy difícil en los años de la burbuja de la abundancia pasados, decirle que no a nuestros hijos. O mejor, negarles cosas a nuestro 1,39  hijo, que es lo que hemos producido de media las parejas, y la ciencia, en los últimos años de aparente riqueza. La educación, el soneto, las religiones de la negación y el sufrimiento, el puchero y el botillo del Bierzo son para épocas de escasez.   En épocas de abundancia, la sexualidad se industrializa, como los cruasanes, las religiones del martirio se transforman en religiones del disfrute,  las comidas son virtuales y se proyectan en los platos, de tal manera que cuando has terminado de comer tienes la retina llena de colores y el estómago semivacío… Y el sistema educativo se transforma en guardería, donde se recoge a los jóvenes para que no estén todo el día tirados por las calles. Bastante hay con las noches. Para el sociólogo francés E. Durheim (1858-1917): “La educación es la acción ejercida por las generaciones adultas sobre aquellas que no han alcanzado todavía el grado de madurez necesario para la vida social. Tiene por objeto el suscitar y el desarrollar en el niño un cierto número de estados físicos, intelectuales y morales que exigen de él tanto la sociedad política en su conjunto como el medio ambiente específico al que está especialmente destinado”.  La acción que las generaciones adultas estaban ejerciendo, cuando se redacta esta definición, sobre las que todavía no habían adquirido la madurez, era muy radical: la 1ª Guerra Mundial. La guerra es una escuela severa y eficaz. Enseña a los seres humanos lo crueles que podemos ser cuando se rompen todos los diques de la convivencia. Después de una guerra la gente se comporta una temporada. Y es capaz  de llegar a acuerdos para que los bienes se repartan un poco mejor. Léase el opúsculo “Indignaos”,  de de Stéphane Hessel, para ver a qué acuerdo llegaron los franceses después de la 2ª Guerra Mundial.  Después de un periodo en el que todo el mundo ha comido y se ha lavado, de nuevo aparece la escasez. Ahí estamos. Y en la Comunidad de Madrid ya están preparando a los futuros conductores de la pobreza. Se acabó la diversión, llegó la crisis y mandó parar.  En los institutos de esa Comunidad, se van a crear “aulas de excelencia” para formar a los futuros capataces. Educación especial para los más listos. No sé si van a poder funcionar sin otra guerra. En las guerras no hace falta ser el más listo, la Historia nos lo enseña, basta con ser capaz de matar mucho sin remordimientos. Lo siento por Esperanza Aguirre, ella piensa curarlo todo con la tirita  de la exigencia y del mérito. ¡Ingenua!

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