domingo, 26 de agosto de 2018

Hitler, sí. Franco, no. ¿Por qué?

¿Por qué los alemanes ajustaron cuentas con el nazismo y a los españoles nos está costando tanto erradicar al franquismo? Hitler, sus compinches activos, sus cómplices silenciosos, y los que hubieran heredado su botín, de haber ganado la guerra, fueron vencidos. Los que le sobrevivieron corrieron a lavarse la macha de su mayor o menor contribución al Holocausto en las fuentes de las Democracias. Franco y su panda ganaron la Guerra Civil y los herederos no quieren soltar la presa. De hecho no la han soltado y se han servido de la carencial democracia española para seguir disfrutando de la finca y exprimiéndola, con la ayuda del "buen pueblo español" que, en lugar de seguir a Cañamero, prefirió hacer oposiciones para que, engominados, los invitaran a las bodas escurialenses de sus líderes y lucir ese horrendo tocado femenino que se llama pamela. Los pobres del mundo se alzaron para disfrutar también de la bonanza. Tenían argumentos: "Ellos llevan robando toda la vida, ¿ por qué no vamos a poder hacerlo ahora nosotros?". Ahora los fanáticos linchadores de siempre, sacos de odio, que se apuntan a cualquier ejecución o algarada, piden, necesitan, otra guerra. Esto son los peligrosos. Nadie les dará nada cuando el pueblo llano, después de la última batalla, vencedores y vencidos, pase hambre. Ellos, sin dinero, sin beneficio, sin recompensa -porque los amos no pagan suficientemente a los traidores-, con el cartel de verdugos clavado en la espalda de por vida, habrán hecho el trabajo sucio de los depredadores. Les quedará la nostalgia del poder del que disfrutaron como asesinos a sueldo. El haberse sentido dioses de la muerte, viendo la cara de espanto de sus víctimas.

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