viernes, 8 de agosto de 2014

Estofado de poesía

LA emigración de los 60, los erasmus, el mes de vacaciones pagadas, el agua corriente en las casas, la erradicación del analfabetismo, las becas, los buenos sueldos de la época de la burbuja inmobiliaria, el éxodo del campo a la ciudad, el internet y el Imserso, movieron a mucha gente de acá para allá y acabaron con los catetos. Los catetos, por otra parte, han contribuido a conservar el entomatao, el plato alpujarreño, las migas y la calabaza frita con unas salchichillas y otros muchos guisos portentosos que nos compensan por las filminas en el plato del Bulli de Ferran Adrià. Nada más que por eso, y por ser una reserva inagotable de sentido común y de aguante, habría que hacer lo posible para que no desaparezca el cateto y su irrenunciable sabiduría. Y eso pronto, porque oyendo a José Torrente, la otra noche en la inauguración de “Poesía en el Laurel” de La Zubia, tuve la sensación de que los nuevos catetos poseen los defectos que teníamos los palurdos de antes y algunos vicios nuevos que ensombrecen la imagen de este prototipo. Este polipoeta provincial leyó, ante una pléyade de excelentes poetas marroquíes,  su definición en verso de lo que es poesía. Me recordó a Ana Botella cuando habla en inglés.

Pincha aquí para leer el poema de El Laurel 


"Poesía  es
La república independiente de mi vida"
Si leen el poema, comprobarán la influencia de Ikea, en otras de menos relevancia.

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