Carrillo ha sido un político benemérito hasta el final. Desde que cayó el muro, los anticomunistas estructurales (aquellos que habían sustituido al demonio del dualismo cristiano, por el comunismo) se quedaron sin nada que decir, sin enemigo que autorizara y justificara su estolidez conceptual ( su encebollinamiento mental, por usar una imagen hortifrutícula). Ahora, con la muerte de Santiago Carrillo han resucitado, en la Razón, en ABC, en Intereconomía, apestando a guerra fría y con una argumentación tan oxidada como la de los laicos que no saben qué hacer en una sociedad absolutamente paganizada y se oponen a la religión vacía de procesiones y romerías con los argumentos que emplearon sus abuelos contra el nacionalcatolicismo. De un comunista muerto, se aprovecha todo. Han salido muy reconstituidos porque se han engullido a Santiago, a dos carrillos.
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