EN la película de Stanley Kubrick 2001: Una Odisea en el Espacio (1968), el supercomputador de a bordo, H.A.L. 9000, que controla las funciones automáticas de la nave espacial, desobedece las órdenes de la tripulación, se vuelve malo y asesina a cuatro de los cinco astronautas de la estación espacial. El superviviente procede a neutralizarlo, desconectando sus funciones, sin hacer caso de las súplicas del ordenador para que pare. Esta película de culto ha inspirado muchísimas películas y relatos posteriores. No quiero ni pensar que ronde ya por la cabeza de algún nacionalista español, de bandera y toro, la idea de ir desconectando, como en la película, fríamente, una a una, las tarjetas de memoria que almacenan, en el imaginario colectivo vasco, elementos muy valiosos de la aportación española a su cultura, como represalia por la decisión del Ayuntamiento de San Sebastián, gobernado por Bildu, de suspender las corridas de toros porque, según su alcalde, Juan Karlos Izaguirre, "el sufrimiento animal no puede convertirse en un espectáculo público", y, además, porque "una estructura como la de la plaza de toros donostiarra no se puede mantener a costa del erario público". Por ahora, el consistorio ha firmado un convenio con el Gipuzkoa Basket Club (GBC) para el aprovechamiento de las instalaciones de la plaza porque no hay que descartar que el baloncesto naciera, no en Massachusetts, sino en el patio de un caserío vasco, hace miles de años, cuando a un niño se le ocurrió colgar un aro de una pared, a una altura considerable, para hacer pasar por él limones, manzanas o cualquier objeto arrojadizo. Me temo que los españolistas le arranquen al "colectivo de vascos y vascas" las tarjetas de memoria histórica -¿hay otra?-, donde se almacena alguna de las aportaciones fundamentales del pensamiento español a la cultura, no sólo vasca, sino de la nación toda. ¿Qué quedará del acervo cultural de Euskadi, cuando le hayamos arrebatado el Catecismo del padre Astete, la biografía de Franco de la Real Academia de la Historia, algo de J. Losantos y César Vidal; Mártires por su fe, de Jesús Bastante Liébana u obras de parecido valor? Esto puede acabar como en la película de Kubrick: Euskadi, cada vez que se le retire uno de estos soportes culturales imprescindibles, pedirá al Estado que se detenga, luego, casi extinta su memoria, susurrará que tiene miedo para terminar cantando, no la Daisy, Daisy que entona H.A.L., mientras agoniza, sino la más española Cantemos al amor de los amores, del músico de Zumárraga Ignacio Busca Sagastizabal.
miércoles, 22 de agosto de 2012
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