jueves, 5 de enero de 2012

Las perfectas casadas

ERA de esperar, una nueva tarea para el matrimonio: elevar la autoestima de un grupo de mujeres pertenecientes al colectivo bilbaíno Mujeres Imperfectas. El mes pasado, 12 de ellas decidieron casarse consigo mismas. Lo de siempre, cuando no se sabe cómo resolver un problema o se le encarga a la escuela (y se crea un taller para el caso) o se le echa encima al matrimonio, incluso, reinventándolo. Las chicas imperfectas se han casado con ellas mismas, en ceremonia civil y religiosa simulada, después de un noviazgo corto en el que no dejaron de oír en sus mp3 una canción de Bebe que dice: "Hoy vas a ser la mujer que te dé la gana de ser. /Hoy te vas a querer como nadie te ha sabido querer. /Hoy vas a mirar pa'lante que pa'atrás ya te dolió bastante...". Parece como si quisieran clausurar el matrimonio tradicional de dos personas. Aunque una de la docena -más que nada por ser fiel a la imperfección contenida en el nombre de su grupo- traicionó el espíritu de la ceremonia, nada más celebrarse las auto-nupcias, declarando que ella tiene marido e hijos y que los quiere mucho. Estas contradicciones, inevitables en épocas de transición, las tengo yo vistas en otras mujeres. No sé si por iniciativa propia o aconsejadas por sus editores, tanto Almudena Grandes, como Reyes Monforte, proclaman su fe en la pareja en alguno de sus libros. 

Grandes, en la edición de 2004 para Círculo de Lectores de Las edades de Lulú, confiesa que "por fortuna para mí ahora sé que estaba equivocada cuando en 1989 [fecha de la primera edición de esta novela erótica], escribí que una historia de amor no podía durar tanto tiempo". Escritora de una novela notable, como El corazón helado, oscurecida por su insistencia en añadirle páginas innecesarias, trufándola de amores banales como los de los folletines de Corín Tellado, no quiere aparecer ante sus lectores como una excepción: ella escribió cuando joven, extravagancias sicalípticas y descreimientos sobre el amor eterno, pero se casó y es una mujer nueva. Y Monforte, maltratadora habitual del castellano en sus infames best-sellers, en los que el amor puede con todo, hasta con el arte de novelar, no quiere que creamos que el cuchillo erótico que tiene en casa es de palo. Y en la dedicatoria de su última novela La Rosa escondida, planta esta flor: "Para Pepe (Sancho), el mejor regalo que la vida me ha brindado. Gracias por ser en el buen sentido de la palabra, un hombre bueno". Es lo correcto: en casa de mujeres que se ganan la vida escribiendo de amores, el cuchillo no puede ser de madera, ha de ser de amor de la mejor ley.

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