Sebastian Pérez
A la salida de Mitimna, en la isla de
Lesbos, a 60 kilómetros de Mitilene, te topas con un olivo joven cubierto de
harapos. Los lugareños creen conjurar así males y peligros. Los trapos sucios,
en mitad de la calle. Para el semialcalde
de Granada, por el contrario, lavar los trapos sucios en la plaza pública
supone un peligro. Nada original Luis Salvador en esto: hay un refrán que prescribe
también que los trapos sucios hay que lavarlos en casa. La explicación que dan
de este refrán los paremiólogos coincide con el pensamiento de Salvador: que
hay que resolver las diferencias dentro del ámbito familiar, sin dar
explicaciones a extraños (¡!). El
apotegma lo ha sacado a relucir el medio-alcalde
a la hora de contestar a la sospecha que Sebastián Pérez, un alcalde nasciturus, formulaba públicamente de
que Salvador no piensa traspasarle la vara dentro de dos años, como pactaron
para la investidura. Deja así al descubierto este alcalde a medias su convicción, y la nuestra, de que toda la
operación de reparto de la alcaldía de Granada es una canasta harapienta de
trapos sucios que no hay que airear.
A veces he llegado a pensar que Salvador lee algo más que los tuits de su capo Albert Ribera y que incluso ha frecuentado
a Platón, un filósofo poco entusiasta de
la democracia representativa. Platón pensaba que la política debería ser más
bien cosa de expertos, sin ambición personal, de hombres intachables, con
madera de estadistas que estuvieran dispuestos a hacerse con el poder para no
verse gobernados por los peores. Los tránsfugas, que se creen imprescindibles,
son un poco platónicos. Van de un partido a otro hasta que encuentran uno que
les permite agarrar la manija del poder y evitar así que gobierne un político
nefasto como Sebastián Pérez. Luis Salvador no lo haría entonces por vocación
de servicio, por ambición, por beneficiar a amigos y parientes, lo haría
platónicamente para evitar que el mal supremo se haga con Granada. Eso pensaba
hasta que Salvador ha cometido el lapsus de los andrajos malolientes que han de
coserse y espercojarse en familia. No es del gobierno de un aristócrata
resignado, de lo que se trata, sino del de unas familias de armazón mafioso:
Fuera de la familia, ni hay salvación ni tendederos para airear la inmundicia.
Cosa nostra
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