“Un muerto salvaría a Cataluña”, afirma en un artículo que le ha costado ser despedido de La Vanguardia, el periodista Gregorio Morán. Un muerto, un mártir, de los suyos. Resulta engorroso que los mártires no los vendan por Amazón sin gastos de envío y que haya que currárselos ocupando edificios o levantando barricadas. Insto a que los independentistas cambien, en el documento de últimas voluntades, la inhumación o la cremación por la degustación antropofágica. Y así se ahorran sus familias el gasto del entierro o la cremación. La falta absoluta de humanidad con la que han consumido a las 16 víctimas del atentado terrorista de Barcelona, que no les tocaban nada, augura un banquete épico, si cae alguno de los suyos en la batalla cruenta que, según Morán, no descartan sectores independentistas. De los mártires, ya lo sabemos, se aprovechan hasta los huesos. Huesos de santo. La futura República de Catalunya tendrá así patrón y valedor. He visto a devotos granadinos pasar su declaración de la renta, defraudatoria acaso, por la lápida de la tumba de Fray Leopoldo. Los ladrones del 3 % conseguirán la amnistía de sus delitos con sólo encenderle una vela a su patrono.
martes, 29 de agosto de 2017
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