martes, 10 de febrero de 2015

Leyendo de soslayo


¿Será verdad?
Del que lee de soslayo, laicamente, como el niño del cuadro de Johan Baptist Reiter, no te puedes fiar. El lector laico recela por igual de las promesas electorales que de las domésticas recomendaciones de su asociación de vecinos, de las grandes concentraciones de masas y del que pasea, solitario, con un libro debajo del brazo; observa con distancia a los que al comulgar sobreactúan componiendo un gesto estupendo que compromete a músculos de todo el cuerpo,  para estar a la altura del rito, y a las elásticas chicas católicas que comulgan con la misma ligereza con que consumen con las "compis" las  ultimas pipas del cartucho. No se cree a los que confiesan que un poema les ha hecho llorar, o que les ha cambiado la vida, y a los que dicen que, cuando leen, disfrutan tan sólo descifrando un código, sin emoción,  con el placer del especialista.

Una experiencia religiosa

 Observa con prevención las mentalidades religiosas, que, además de vivir del prodigio y sobre él, suelen ser misioneras, expansivas y excluyentes. Cualquiera de ellas te puede llevar a Fátima, a la Plaza de Oriente, a los desfiles hitlerianos, a los de la Plaza Roja de Moscú, o a la guerra. A la salvación o a la extinción de la especie, según para dónde tome la gente. Es muy antipático, capaz, incluso, de decir que "no" a lo que más le conviene.
Pocos leen así. Cervantes, Montaigne... Lo normal es leer arrebatado por un sentimiento semejante al que experimentaba Teresa de Jesús en sus encuentros con el Amado. Como la chica del cuadro de Franz Eybl. Comentar la "emoción que la invade", bien vale otra entrada. 

7 comentarios:

  1. Pues a mi me da que el muchacho tiene el libro en las manos y la vista fuera de foco, probablemente dirigida hacia las nalgas de alguna asistenta, que no doncella, inclinada para llegar al último polvo escondido tras el ajedrez de marfil. No sé, a la criatura se la ve bien vestía y educá, es de suponer que igual sus progenitores tenían posibles y estrechas miras y como en aquélla época no podía esconder la Lib entre las páginas del libro de mates, pues se abandona al mismo truco pero como más en verdá verdá.

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  2. Las nalgas de una asistenta, ahí, ahí es donde, fuera de foco, está su ineluctable interés. Lo decía el Arcipreste, "el hombre (el que no citara a la mujer pudo pasar porque todavía no funcionaba el observatorio de la mujer en Hita ni Bibiana Aído había visto la luz) por dos cosas se afana: por comer y por holgar". Después los antropólogos descubrieron otros intereses como el prestigio, el reconocimiento público y el poder. Pero el Arcipreste, que cita a Aristóteles, tenía sus razones. Aun hoy, en fondas de carretera, donde paran los camioneros a comer se le llama sincréticamente "un completo", no sólo a ciertas performances eróticas sino también, a un plato de cocido acompañado de todo lo que le asiste.

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  3. Por cierto, una vez lo hice de soslayo y cogí reuma.

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  4. Quedan pocos lectores (de cualquier cosa que supere las diez líneas o ahonde más que la profundidad de una taza de café) y pocos laicos (casi nadie sabe lo que eso sea). Quedan tus estupendas insinuaciones de soslayo, que traen un poco de aire fresco.

    Gracias y saludos.

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  5. Traisndependiente, ¡qué poca gente lee con el rabillo del ojo! Es posible, como dice Mark de Zabaleta que el niño esté leyendo con atención e intente disimular su interés. A los dos mi agradecimiento y mis saludos.

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