miércoles, 6 de noviembre de 2013

El avecrem de los poetas"

A los poetas les ha dado ahora por publicar colecciones de aforismos filosóficos, esas grageas de sabiduría, entre la conseja y el abracadabra. Quizá como respuesta a la crisis del lenguaje. El siglo XX comprobó que el lenguaje no sólo no sirve para evitar las barbaridades, sino que se pone al servicio de las mentiras más infames. Stalin mandó asesinar a 22.000 polacos en el bosque de Katyn, entre abril y mayo de 1940. Y dijo que habían sido los alemanes. Mintió. Los nazis asesinaron a millones de personas y muchos alemanes declararon que no lo sabían. Mintieron. Alemania también había dado filósofos extraordinarios que dedicaron su vida a completar complejos sistemas de pensamiento: ética, estética, metafísica… A elaborarlos a lo largo de toda una vida. Como la campesina polaca que ponía la cacerola con agua y sal en el fuego al amanecer y a lo largo del día iba echando en ella los ingredientes que encontraba, hasta que, al atardecer, cuando volvían los hombres del trabajo, las partes habían llegado a un acuerdo entre ellas y podía ofrecer un manjar soportable a los hambrientos. El filósofo era un ser enclaustrado. Se pone a Kant como ejemplo, jamás salió de Königsberg, su pueblo, y sin embargo ofreció a sus colegas alimento suficiente durante siglos. Pero llegaron las guerras mundiales, el holocausto, los gulags, y la gente comenzó a desconfiar de las grandes construcciones intelectuales que no servían para desactivar la violencia y que, incluso, la potenciaban. No había por qué esperar que el lenguaje sirviera para arreglar nada. La filosofía, avergonzada, se refugió en el aforismo. Se convirtió en gragea, en píldora, en concentrado, en el avecrem del pensamiento que sazona todos los guisos y enmascara todas las carencias. Los sistemas filosóficos necesitaban años, paciencia y trabajo para ser completados. El aforismo, inspiración súbita y osadía. Pero es muy difícil ser estupendo permanentemente y las colecciones de aforismos también contienen estentóreos "peos de lumbre": resplandores fétidos que se desvanecen súbitamente. Hasta un pensador del prestigio de Wiggestain (1889-1951) puede asombrar cuando dice: "Revolucionario será aquel que pueda revolucionarse a sí mismo" y enojarnos al momento con esta banalidad: "La solución a los problemas que ves en tu vida es vivir de tal forma que desaparezca lo problemático". A muchos aforismos les sucede lo que a algunos platos del Bulli que, una vez que los consumes, no recuerdas muy bien a qué saben.

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